Tras consultar el domingo a Enrique que es nuestro cronista oficial y recibir su beneplácito me he atrevido a escribir una “contracrónica” de la ruta que realizamos el domingo.
Tomarla como lo que es unas líneas para recordar la salida con unas gotitas de humor, otras de ironía y todo sobre una base de base de buen rollo y con la única intención de conseguir alguna sonrisa.
Quedamos a la 8:30 con diversas opciones de “outfit” dependiendo del aguante al frio de cada uno, mangas cortas, otras largas, alguna chaqueta, pero todos lucimos nuestras esculturales piernas sin rubor ni miedo a las temperaturas mañaneras.
Iniciamos la ruta por esas zonas adaptadas a nuestras bicicletas de doble suspensión, neumáticos ligeros, 12 marchas, y frenos de disco de alta resistencia al esfuerzo: el carril bici y esa zona técnica solo apta para los más valientes, arrojados y curtidos en mil rutas: el camino del canal, por el cual solo transitamos unos metros (lo cual nos vino bien al no forzar nuestros nervios tan al principio de la ruta).
En el parque lineal de Plaza tuvimos la suerte que la gran dificultad que plantea, el paseante dominical todavía se encontraba eligiendo chándal y tomando el copioso desayuno tan necesario para moverse por esta zonas, por lo que pudimos cruzarlo sin problemas. Lamentablemente no tuvimos el valor de subir a la atalaya del parque con nuestras monturas, seguro que Paco no hubiera perdido la oportunidad de explicarnos las anécdotas de construcción del canal desde tan privilegiada posición.
Luego nos dirigimos hacia el mayor exponente de la arquitectura racionalista aragonesa de principios de siglo, el polígono de plaza, donde solo de escuchar su nombre se te hinchan los pulmones con ese aire logístico tan deseado por los deportistas mañaneros.
Toda esta parte se realizó a un ritmo tranquilote, que permitía la charla y los chascarrillos, lógicamente la mayoría pensamos que si al salir de plaza hubiéramos vuelto y se hubiera realizado un gran almuerzo la ruta hubiera quedado perfecta, pero lamentablemente allí comenzaron nuestras desgracias y tras lucirnos en esta parte como estilosos corredores de los 100 metros lisos seguimos adelante para dirigirnos ciegamente hacia la prueba de los 3.000 metros obstáculos.
Nos encontramos prontamente con una valla que cortaba nuestro camino, algunos, los más animosos dijeron “saltemos, nunca una valla nos ha detenido, que pensará Paco de nosotros si retrocedemos” mientras otros más sensatos respondían “nosotros somos de cadenas, y ante ellas nunca retrocedemos, pero una valla quizá nos supere”.
Allí fue donde todo ese pegamento que une al grupo se resquebrajó. Cuantas veces muchos han/hemos gritado al viento “yo cuando muera que sea montado en mi bicicleta” “estoy a muerte con mi grupeta”, todo falso, todo era mentira, al segundo tiro que escuchamos cogimos nuestras monturas al aire las giramos 180º y seguimos hacia adelante.
Armando animoso como siempre viendo como nuestra moral se hundía se vio en la obligación de salvar el honor del grupo y tras un “no os preocupéis, más adelante hay otro camino y por allí seguro que podemos pasar”, pero lo que no sabía él es que los cazadores habían rodeado todo el cerro de la muela, con sus vallas y hombres armados para impedir que BTT Zaragoza pudiera imponerse al alto de la Muela tal y como era su deseo y obligación.
Tras varios encuentros con vallas cerradas la moral se hundía, excepto quizá la de Georgi que en su fuero interno pensaba “si suben a la Muela no seré yo el que se quede abajo, pero sin duda alguna no sobreviviré”. Ante este muro que se anteponía a nuestras expectativas de nuevo Armando tuvo que ponerse al frente del grupo y tras un “vamos por aquí que puede que tenga salida de nuevo al camino principal” nos adentró en una jungla de peligros sin fin del que pudimos salir sin duda alguna gracias a alguna intervención divina.
Viendo el camino que nos proponía (camino digo, no era más que una zona de algo de vegetación más baja que la de alrededor) como portavoz de grupo de gravel me vi en la obligación de plantear claramente lo erróneo del planteamiento y que era mejor volver y recuperar la senda principal, por lo que ni corto ni perezoso me erguí sobre mi bicicleta y dije lo único que mi honor y mi honra me permitían decir “vale, si vamos todos pues p’adelante”.
Craso error ese camino era un infierno, había zonas de grava, creo que alguna ví casi seguro, tras 5 minutos de adentrarnos en ese camino decidí dejar de contar lo baches ya llevaba 3 y parecía que el tema no mejoraba. Lo peor fue el cruce del barro no fueron 1 ni 2, fueron casi 3 metros de barro que tuvimos que esquivar con grave riesgo para nuestra integridad física y sobre todo nuestra paz familiar, todos sabemos los riesgos de subir la bici a casa con barro.
Cuanto ya parecía que este tramo no podía empeorar empezó el verdadero infierno la vegetación comenzó a multiplicarse dejando una pequeña senda por la tuvimos que transitar con grave peligro para nuestros calcetines, ya que había cardos que te provocan unos enganchones que no son nada estéticos.
Al final llegamos de nuevo a la ruta principal milagrosamente sin bajas, habíamos tentado mucho la suerte por lo que decidimos que tras la foto girábamos grupas para dirigirnos hacia Zaragoza y la seguridad que nos aportaba.
No sin antes tener que parar a reparar el pinchazo que tuvo Raúl, que tras traumática ruta desconozco si deseará continuar poniendo su vida en peligro con nosotros.
Mientras que realizaba la reparación nos dividimos en los 2 grupos típicos que se forman en estos casos, los que demuestran sus profundos conocimientos de mecánica de bicicleta adquiridos durante largas horas de visualizar videos de youtube en jornada laboral y los que en lugar de apoyar al compañero como hacen los otros se limitan a realizar chascarrillos y bromas, no solo dirigidas a subir la moral del equipo sino a alargar la parada para la siempre necesaria recuperación de nuestras posaderas.
Desde aquí la vuelta fue tranquila y el olor a cerveza animó a nuestro Georgi que llegó al bar en el top 3.
Un último momento de terror se cebó en este maltrecho grupo cuando ya no esperábamos más desgracias, la camarera tras servirnos las ansiadas bebidas unos sacó unos cestitos con patatas chips (patatas chips a nosotros) en lugar de las más que necesarias papas bravas, miré a Enrique con ojos de vamos a morir todos si no tememos bravas, afortunadamente todo había sido un error de comprensión ya que ante la consulta de Enrique nos aseguró que las patatas bravas “se estaban plepalando”.
Bueno pues como resumen de todo lo contado: un día muy divertido, La Muela se escapó este dia pero sigue allí para que podamos conquistarla otro día. Muchas gracias a Armando por intentar que subiéramos fuera como fuera aunque al final las circunstancias lo hicieron imposible.
He contado la salida tal y como la recuerdo y aunque creo que se ajusta como un guante a lo sucedido comprendería que alguno tengáis ligeras percepciones diferentes a las mías
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