Ruta 01/10/2022 Urbanización fantasma.
Mar tranquilo.
"Si vas pasando por una tormenta, sigue caminando." Winston Churchill.
La ruta picaba, no era mortal, pero picaba. Si bien no era de las más duras que podemos realizar últimamente nos lo estábamos tomando con calma. Haciendo rutas muy sencillas y accesibles debido al gran numero de nuevos compañeros. Esto hacía que casi fuéramos perdiendo la costumbre de estas otras más exigentes e hizo que , incluso a mi, se me hiciera un hueso difícil de roer en algunos momentos.
La mañana surgió fresca, el otoño comenzaba a mostrarse en todo su esplendor , acercándose cada día un poco más al invierno. Pasando de la época de la gran cosecha a la del recogimiento. Las malas lenguas aseguran que la palabra otoño proviene del latín “Autumnus” Autus =aumento / Annus = año. Es decir , cuando el año aumenta, cuando se encuentra en su plenitud, la plenitud del año, aplicable también a las personas que se encuentran “en el otoño de sus vidas”. De esta forma se mostraba el amanecer, en su plenitud. Un aire fresco inundaba los pulmones , y venía cargado de aromas. Por una parte el despertar de la ciudad, arrastrando olores a café y a pan tostado, incluso de algunos hogares emanaban a comida. Cosas de la vida moderna, ya sabes, no da tiempo a cocinar al medio día y nos tendremos que dejar las cosas preparadas de antemano. Competían en mi nariz con otros , a flores dulces, a despertar, a calabazas y castañas. Así es el otoño.
En la fuente de los Incrédulos nueve compañeros , aunque más tarde llegaríamos a diez. Algunos habían marchado a la cicloturista de Aspanoa, otros tenían ocupaciones para este fin de semana y no pudieron acudir. No importa, primero es lo primero. Entre los reunidos César, contento por que este recorrido pasaba por al lado de su trabajo, Gonzalo, ligeramente preocupado por si esta ruta era demasiado dura. Ibán, siempre preparado, siempre dispuesto , en esta ocasión se había rasurado las barbas y , tengo que decir, se hacía raro el verlo, al menos hasta que te acostumbrabas. Manuel P sacando tiempo de donde no lo hay para venir con nosotros, Pedro , que resultó en conocer estrechamente a nuestro compañero Mariano ya que también le pega a esto de la raqueta, y por lo que se ve es todo un tigre. Javier E veterano del grupo, parte indispensable de el, José H el gran José sin el cual nada de esto sería posible y una persona a la que recuperamos después de un tiempo. Tomás, el gran Tomás y sus magníficos reportajes fotográficos. Cerrando filas este su seguro servidor y por último, pero no menos importante, Luisete, con el que nos encontraríamos en el puente del parque de Plaza.
El cielo se mostraba de un azul puro , el viento era algo desconocido y arrancamos.
Seguíamos la vera del Canal. Rodando con cierta agilidad mientras nos cruzábamos con algún runner o incluso algún ciclista ocasionalmente. Llegamos con prontitud al puente de Plaza donde, como digo, nos reunimos con Luisete , y seguimos marcha, intentando encaminarnos al polígono Centrovía. Normalmente al llegar al final de este lugar, girábamos a la izquierda, para tomar la subida a la Muela por los pinos, por lo que hay algunos que llaman “la subida de los pinos” o incluso la de cazadores, pero no , en esta ocasión no tomaríamos esa vía. Mas bien al contrario giraríamos a mano derecha, para buscar enseguida el monte, que se halla al final del polígono, abandonar la carretera y dedicarnos a camino de tierra , que es lo nuestro. La llegada hasta este punto se estaba cobrando su tributo. Un falso llano, una constante cuesta arriba que mantenía la bicicleta atrancada, obligando a las piernas en cada una de las pedaladas.
Alcanzamos los pies de la primera subida. La intención era clara, cada uno subiríamos a nuestro ritmo, sin presión, y una vez arriba reagruparíamos . Hacía bastante tiempo que no acudíamos a este lugar, la cuesta era fácil en la mayoría de su recorrido, pero hubo un par de puntos en los que no. Se mostró con furia, como un animal acorralado, como si su único objetivo, su única función desde el mismo momento que la crearon hubiera sido dar al traste con nuestras intenciones.
Un trecho del camino era un laberinto de piedras, cargado de grava e incluso con un par de torrenteras marcadas a lo largo de su recorrido. Por contrapunto nos regaló un paisaje lejano, como un terreno olvidado de la mano de Dios, una zona del fin del mundo. Sin nadie que molestara, sin restos de tráfico ni de civilización, sus curvas se dibujaban sinuosamente de forma ascendente , te transportaba a un estado casi ascético en el que sólo se hallaba el camino, el sol y tu.
Arriba la sorpresa de muchos compañeros , la mayoría no habían estado aquí antes y probablemente sus cerebros andaban intentando procesar esa sobrecarga de información. En medio de la nada se erguía o bien como monumento a la estupidez humana o bien al ansia de algunos de llenarse los bolsillos a costa de cualquier cosa. Unos restos de urbanización, en realidad un terreno con todos los servicios pero que no había recibido una sola casa, un solo hogar en toda su existencia. Llegamos a ver parques infantiles equipados, plazas en medio de ninguna parte reclamadas tan sólo por la naturaleza circundante. Paseos eternos abandonados por todos sus largos kilómetros y todo adornado con unas sorprendentes escenas de vandalismo. Pintadas ridículas con spray, farolas y postes robados, tapas de alcantarilla desaparecidas....
Hicimos nuestra parada, nuestras fotos, repusimos fuerzas y seguimos viaje. Nuestro siguiente objetivo era el alto de Montolar. Todos habíamos luchado como titanes en la subida y ahora comenzaba nuestro descenso. Los caminos se ofrecían favorables, anchos y cómodos, en una ligera cuesta abajo que hacía que tu montura fuera poco a poco ganando en velocidad. En un tramo llano , plagado de conejos que salían sorprendidos corriendo en todas direcciones, tuvimos la mala suerte de no ver un surco que cruzaba de lado a lado del camino. Le pasamos por encima, alguno con más fortuna que otros. Gonzalo llegó a reventar una rueda, se a ciencia cierta que fue algo más que un reventón, yo pegué un golpe que retumbó a lo largo de mi espalda haciendo castañetear mis dientes.
Reparamos la rueda con buena fortuna y seguimos marcha. Alcanzamos dehesa ganaderos, el alto de Montolar se hallaba a un tiro de piedra, incluso podía verse a simple vista el comienzo del segundo ascenso, pero la hora empezaba a echarse encima. Así pues acordamos hacer esta subida en otra ocasión y acortar nuestro camino volviendo por el canal imperial. Este tramo se muestra casi como una autopista y alcanzamos velocidades ciertamente interesantes. Aún así la hora no nos fue del todo propicia y tuvimos que aplazar también la cerveza, que se le va a hacer, otra vez será.
Hemos hablado de lo divino y de lo humano, de cómo nos fue la ruta, de lo dura que resultó, del tiempo que hizo, de cómo encontramos la pista . Todo esto ha sido narrado, pero hay algo muy importante que todavía no se ha contado, que queda esperando su turno en el tintero y es decir que “Un mar tranquilo nunca hizo un buen marinero.”( popular).
En esta ocasión no encontramos un mar tranquilo, nos tocó luchar, y hacerlo con fuerza, con tesón , con fiereza, no encontramos un mar tranquilo. Luchamos como digo, pagamos nuestro peaje y aprendimos nuestra lección , pero esta ruta nos transformó y nos volvió experimentados . Nunca más volveremos a ser ciclistas amateurs, ya somos marinos .
Muchas gracias.
V.