Ruta 07 de Mayo, subida a la Muela.
Compañeros.
“Individualmente somos una gota, juntos somos un océano.” Ryunosuke Satoro.
Fue un día de grandes cosas, grandes grupos, grandes amigos, granes compañeros y grandes acontecimientos. Todo junto hace que incluso hoy, desde la distancia, un torbellino de ideas , de sentimientos , se arremolinen en torno a esta historia. Me confunde, me desborda y me hace difícil llegar al final, espero que Calíope me ayude.
La primavera comenzaba a mostrarse asentada. El día amaneció magnífico , un cielo de un celeste infinito llenaba todo intensamente. El sol reinaba en lo alto y el aire traía aromas dulzones y potentes. Todo a favor en una jornada que , en principio , se mostraba especial. En el punto de reunión veinticinco almas. Un número que asustaba de sólo su visión. Ruégote , por lo tanto, que si algún nombre se me pasa por alto , tengas compasión de mi.
Arrancamos tras las presentaciones, las nuevas caras eran bastantes y se mezclaban con las ya habituales. No pude evitar acordarme de ciertos amigos veteranos , personas que son de gran ayuda para manejar una hueste de este tamaño y que por diversas razones no pudieron acudir. Sabed que se os hecho de menos. No quiero pasar por alto la breve visita que nos regaló Vicente L justo antes de salir.
Se formaron grupos aleatorios, rodábamos subiendo el canal imperial, por su margen izquierda. Nuestro objetivo primero era el polígono industrial Plaza. La marcha era ágil y regular. Anduve como abeja en flor, libando ahora de este grupito, desplazándome para visitar este otro...
Alcanzamos el parque de Plaza, hermoso emplazamiento que hemos visitado en más de una ocasión. Los más nuevos componentes no podían evitar cierto recelo pensando en si sería muy dura la subida a la Muela y así me lo hacían saber.
Encaminamos nuestros manillares hacia otro polígono, en esta ocasión llamado Centrovía y que se hallaba ya en las cercanías de nuestra codiciada subida. El `primer inciso lo protagonizó Francisco, una urgencia le obligó a parar por un instante , le propuse esperarle, pero declinó la invitación bajo la promesa de darnos alcance mejor antes que después. Dijo obrar en su poder el track de la ruta. Siendo así y ante lo apremiante de la situación continué marcha con el resto del pelotón. Cruzamos el charco que allí se encuentra, invierno y verano, para , detrás , esperar e intentar reagrupar. Puse en conocimiento de José la falta de Francisco y este decidió salir en su búsqueda. Le acompañó José Luis , un hombre con el que mantuve una charla, dijo venir del Pedal Aragonés, dijo también que le gustaba mucho nuestro planteamiento del ciclismo, así pues le invité a que volviera siempre que quisiera.
En un tris nos plantamos al pie de la subida, Tomás estaba siendo de gran ayuda, así mismo Tony, dos personas que ya se están volviendo caras más que conocidas en nuestro grupo. Como cabía esperar los más fuertes tiraron delante. No es un ascenso exigente, un poco si quieres en el tramo final, pero nada importante. Atrás quedamos otro buen grupo numeroso, subiendo a nuestro ritmo, gente con menos experiencia o tal vez con menos fuerza e incluso con ganas de subir a su marcha. Aquí no competimos, nuestra idea principal es pasarlo bien.
Los pinos nos regalaban un paraje hermoso. Su sombra infundía tranquilidad, un refugio hermoso y calmante , con unas luces dignas de Sorolla . Los pajarillos trinaban en una primavera trompetera, saturada de sonidos, reventando de vida de tal manera que sabes que el mensaje está claro. Conserva la naturaleza porque perteneces a aquí.
Ascendíamos ganando cada metro, incluso sin llegar a sudar, de forma amable. Incluso algunos magníficos compañeros volvían a bajar en busca de los rezagados. Yo disfrutaba del paisaje como cuando de pequeño miraba por la ventana del tren. Llevado por mis abuelos nos íbamos al pueblo en un correo que paraba hasta en el más mínimo lugar y de esa forma podías ver hasta el último árbol, el último recoveco de un paisaje regalado a un niño con todo un mundo por descubrir.
Llegamos a la cima y nos fuimos al bar, nos complacimos de nuestra mutua compañía y dimos buena cuenta de un pantagruélico almuerzo en un ambiente de sincera amistad. Nuestro número se vio reducido a catorce. Unos cuantos no quisieron quedarse , a la mayoría una buena razón les avalaba, tenían que estar pronto en casa.
Iniciamos el regreso , el plan era bajar por la zona del parque eólico hasta María de Huerva. José y yo lo advertimos, lo hacemos siempre, la instrucción era clara:”bajad con cuidado , es una pista fácil y larga, con poca inclinación e invita a soltar frenos y dejarse llevar. Tened cuidado “ Yo se que incluso muchas veces José lo dice , leyendo entre líneas, por mi, yo soy uno de los que bajan fuerte, aunque tengo que decirte, estimado lector , que nunca bajo al cien por cien de mis posibilidades, que todavía me queda un poco más de cuerda. Bueno, vamos a lo que nos importa. Al principio empecé suave , llevaba decidido no alejarme de mis compañeros, pero claro, sabiendo que José va a quedarse atrás seguro y que yo no lo puedo resistir... pues me dejé llevar, como el escorpión del cuento, no lo puedo evitar, es mi condición. Tal vez te preguntes por qué o mas bien cómo he conseguido esa técnica en la bajada, pues mira, te lo voy a explicar. Ya de joven era un ladrillo subiendo, una piedra en el zapato, aquel que se queda atrás, por la razón que sea nunca he subido del todo bien. Claro, los compañeros se alejaban y la única manera que tenía de reunirme con ellos, de recuperar el terreno perdido era aprovechando en las bajadas. Eso , día tras día, año tras año, te dan una técnica envidiable, apta para bajar con confianza.
Enseguida me despegué del resto, llegué a ver velocidades considerables en mi marcador cuando Mariano me adelantó, Como un borrón en lo que consideré tal vez un exceso de confianza y en la primera curva...
Pasé miedo, me vi apurado unos minutos que se me antojaron larguísimos. Vi a mi compañero en el suelo, frené como pude y la velocidad que llevaba impresa hizo que esa frenada se prolongara durante quince o veinte metros. Acudí gritando en su auxilio, tenía la esperanza de que me oyera, de ver que se movía, de que hiciera algún gesto antes de alcanzarlo. No fue así.
Lo encontré inconsciente, con los ojos cerrados y emitiendo una especie de ronquido.
Comencé a socorrerlo , unos primeros auxilios , una primera atención intentando calcular la magnitud de los daños y dejando en claro que, hasta no saber la extensión de estos , no se le podía mover. Enseguida fui alcanzado por Alejandro y a continuación por todos los demás . Hubo incluso quien volvió sobre sus pasos, ascendiendo lo ya bajado en vista de que tardábamos en llegar. Antes de darnos cuenta éramos de nuevo un número importante ayudando a nuestro amigo. Empezó a recuperar el ser, pero su mirada era vacua. Atravesaba todo lo que veía y todavía respondía incongruencias. Dijo algo así como que qué había pasado ,que hacía allí. Le pregunté si recordaba algo y me dijo que no, que si le dolía algo y me dijo que el se encontraba bien. Pero su mirada, sus ojos decían algo muy distinto. Intento olvidar, pero esas imágenes vuelven a mi cabeza una y otra vez y esa mirada, su mirada.
Vinieron unos motoristas, uno con la moto, dos con quad, se ofrecieron llevar a Mariano arriba , a la Muela , a Urcamusa para que la ambulancia que alguien había llamado lo recogiera allí. No se si te volveré a ver, pero si por alguna de aquellas casualidades el destino quiere que leas mis líneas no quiero que tu nombre permanezca en el anonimato, no cuando uno lleva a cabo una labor tan heróica como la que vosotros hicisteis. Muchas gracias allí donde estés José Luis.
José, escoltado por Ibán y por Javier T desandaron el camino y volvieron a subir, aquí nadie se queda solo.
En cuanto pude llamé a José , en donde estaba no tenía cobertura del móvil, le dije que me volvía con el resto del grupo, que los guiaría a casa y el me comunicó que estarían al pie del cañón hasta que el asunto se resolviera. No se si alguna vez te he comentado, creo que si, que lo importante de estas gentes es la sencillez de sus almas, así se producen , de forma ejemplar e inquebrantable.
No quiero extenderme más , como ves , querido amigo mío que semana tras semana devoras estas líneas de forma ávida. Fue una jornada agridulce, una jornada de extremos, una jornada en la que todos aprendimos una lección.
Gracias por tu tiempo.
V.