Ruta 23/04/2022 La desembocadura del río Jalón.
Un paseo.
Era la festividad de San Jorge, patrón de Aragón . Un Sábado distinto a otros en los que Aemet nos había dado las peores previsiones. Evité hacer hincapié pero en algunos momentos el pronóstico llegó a ser hasta del 95 % de probabilidad de lluvia. Bien es cierto que la cifra fue variando a lo largo de la semana, pero en el fondo de mi cabeza reinaba la pesadumbre, la preocupación por cómo podría salir la jornada.
A veces lo único que necesitas es un paseo en bicicleta.
No se dónde radica la grandeza de las personas. Tengo claro , por que empiezo a tener una edad en la que estas cosas se ven, que no es en su aspecto o su dinero. Su grandeza radica en la lealtad y en la pureza de su corazón. Esto me hace saber que voy acompañado de grandes. Que no puedo estar en mejor lugar cuando cojo mi bicicleta los Sábados. Incluido este que , como decía se mostraba distinto a los demás.
Comenzamos no muy bien, con varias bajas de la lista de convocados. Habíamos ido engrosándola hasta llegar a ser quince, pero claro, estas bajas eran casi normales siendo el día que era. Lieneska cayó de la lista, una auténtica guerrera con la sonrisa dibujada en sus ojos. También cayo Richi, nuestro Richifón, un hombre con cierto aspecto entre bohemio y genio distraído y al que ya tenemos ganas de volver a ver. Cristina en principio andaba dispuesta a pedalear, pero las circunstancias del trabajo dieron al traste con esas ganas, bueno otro día será y Mónica , que puso en nuestro conocimiento que se había vacunado de otra dosis contra el corona bicho y que no andaba muy bien, que no estaba en condiciones de coger bici , recupérate, la semana que viene te esperamos.
Con esto acudimos al Parque Deportivo Ebro , con una ligera brisa y los cielos manchados por algunas nubes tremendamente oscuras . El inherente olor a humedad lo marcaba todo, su presencia pesada dominaba a todas las otras , como una seria advertencia, casi como una amenaza, prometiendo dar al traste con nuestras ilusiones, con nuestra ruta al más mínimo despiste. La sorpresa fue mayúscula al descubrir que , por algún karma del destino, nuestro número seguía siendo quince. No se que tiene el Ritmo, pero se muestra como un valor sólido, como una piedra .
Los habituales a pié de cañón, Javier E y su saber estar, Humberto cuya ayuda cada día se está volviendo más necesaria, Miguel y su positividad, Javier L recuperado de la avería de su bicicleta, Alejandro que va consolidando su hueco en el pelotón, José H sin el cual no seríamos nada, Ibán y su gran simpatía. Un buen número de amigos que recobramos , Javier T ya sin gafas, Quintín que llevaba ya varios fines de semana desaparecido, Gorka , al que personalmente me alegro mucho de volver a ver y unos cuantos nuevos acólitos , algo que viene siendo ya habitual ruta tras ruta, bien nos conocen por nuestras redes sociales , bien por el boca a boca, la cuestión es que ahí están, disfrutando de la bicicleta y confiando en el Ritmo. Antonio, un antiguo Finisher que parece que ha hallado su lugar cómodo en nuestras filas, como no bienvenido, Carlos, simpático y agradable, dispuesto a divertirse en esta mañana, Sergio y Cristina, que acudieron recomendados por César , que en esta ocasión no pudo venir y , como siempre y como no, este pequeño junta letras cerrando filas .
A veces lo único que necesitas es un paseo en bicicleta.
Arrancamos.
Seguíamos la rivera del Ebro a contra corriente. Su margen izquierda se mostraba a los sentidos como un vergel, algo parecido a una jungla vietnamita pero doméstica, de las de estar por aquí. Algunas partes del camino se ofrecían más estrechas, obligando al pelotón a cambiar su forma , a estirarse un poco para permitir el paso de los compañeros, siempre con la debida atención, siempre con la debida presteza. Perdimos de vista el amenazante cielo. Nuestra rodada marchaba protegida del viento por aquella inmensa masa verde que nos rodeaba, que nos cubría. En cierto punto de nuestro viaje tuvimos que echar pie a tierra, pero no creas, estimado lector , que para ninguna clase de aventura o desventura más bien. Pese a la última y terrible riada el camino había sido arreglado, había sido cuidado . Fue por un pequeño tramo con escalón que rodeaba una terrible sima. Un abismo por el que se apreciaba el río Ebro por uno de sus costados y que incluso había llegado a hacer poza, un estanque aledaño y de dimensiones considerables. Cuánta tierra llegó a levantar las aguas de aquella zona no lo se, pero te diré que de seguro no pocas. Increible la fuerza de este río que las más de las veces se muestra tierno como un cachorrillo, pero que en ocasiones desata su furia transformándose en un animal salvaje.
Devorábamos los kilómetros con amabilidad. Llegamos a la barcaza de Sobradiel, muchos no conocían la zona y se asombraron de este engendro mecánico. No se mostraba muy accesible , el río venía crecido y una manga de agua se ofrecía antes de subir a la nombrada barcaza. Hicimos un pequeño alto, breve para conocer la zona y seguimos marcha, después de pedir información a un agente de protección civil que se hallaba cortando un camino. Nos informó que podíamos pasar sin problema que estaba cortando el acceso por que en esta mañana se organizaba una carrera y que estaría a punto de llegar.
Continuamos por la ribera del río, dibujándola con destreza, como uno de los mejores maestros holandeses. El verde reventón dominaba las panorámicas. Cuanto más avanzábamos en dirección Alagón, más oscuro se mostraba el cielo. Incluso oí a Gorka decir algo como que un poco más adelante estaba lloviendo por cómo se veía aquella nube. La segunda barcaza se encontraba extrañamente fuera del agua, con probabilidad sufriendo alguna clase de reparación o bien adecentando su aspecto con una capa de pintura. Sujeta por unos enormes burros, alzada del suelo el suficiente espacio para que una persona pudiera pasar por debajo sin dificultad alguna. Este fue nuestro segundo alto, ya sabes que nosotros hacemos deporte, si , pero que lo nuestro es , a veces, medio excursión. Pedaleamos los escasos metros que nos quedaban hasta la desembocadura del río Jalón ,que era nuestro verdadero destino.
Iniciamos el retorno, todos juntos, todos contentos, gozando de nuestra mutua compañía y de un entorno inigualable, de esos que en capital no se pueden disfrutar por que no los hay.
La vuelta se ofrecía mucho más sencilla, buena parte de los caminos discurrían por carreterillas asfaltadas, de esas que hay entre pueblo y pueblo y que ni siquiera tienen marcas viales pintadas. Propulsados por un viento que ponía alas a nuestros pies. Recuerdo cuando, de niñó, mi padre me hacía bajar la basura , cómo en invierno , que anochece antes, la oscuridad ya dominaba el mundo y , tras bajar la basura y teniendo que subir andando a un tercer piso, saltaba el automático de la luz de las escaleras, sumiéndome en la más absoluta oscuridad. Aquellos segundos, hasta que volvía a tocar el interruptor de la luz , se hacían eternos, pavorosos ,como si cualquier ser del inframundo, cualquier diablo fuera a tocar mi hombro por que me había venido a buscar. Como si estuvieran esperando esa oscuridad para mostrase y atacarme como una fiera impía. Pues ese instante una tremenda carga de adrenalina disparaba toda la musculatura del cuerpo, haciéndome volar, poniendo alas a mis pies como si el mismo diablo me persiguiera. Pues en esta ocasión fue casi así, el viento nos impulsaba y como digo, ponía alas a nuestros pies.
Las penas de la semana habían quedado atrás, eclipsadas por una jornada de deporte, recordé la canción de la Unión , vivir al Este del Edén , un tramo cuya letra decía:
“Las dudas que anoche eran tinieblas
son simples tonterías a la luz del Sol.”
Toda esa penumbra se disolvía en luz, en algo que era gozo puro. Siempre he dicho que no hay que preocuparse si alguien habla de ti a tus espaldas, al fin y al cabo está donde tiene que estar ,a tus espaldas.
A veces todo lo que necesitas es un paseo en bicicleta.
Llegamos a Zaragoza en un tris, a la antigua piscina sindical donde comenzaron nuestros pasos. Algunos tomaron el camino a sus casas, el tiempo se había mostrado benévolo, nos dio una maravillosa jornada de bici, entre amigos, sin una sola gota de lluvia. Un buen puñado de nosotros nos quedamos a disfrutar de nuestra mutua compañía y de una bien merecida cervecilla con unas papas bravas entre grandes compañeros.
Ahí es donde radica su grandeza, en la humildad de sus almas.
Gracias mil por tu tiempo , querido lector.
V.