Ruta 19/02/2022 Muel + variación Félix.
Anduvo muy cerca, más de lo que puedes llegar a imaginar. Aemet pronosticó lluvia y viento y, aunque fallan muchas veces, es normal, esta vez no. Podía oír desde mi ventana el aire rugir , en rachas desesperadas, como un animal hambriento, como un lamento entero, como la fiera que en realidad era ,dispuesta a acabar con nosotros y con nuestras pretensiones a la mínima oportunidad. A la par me llegaron noticias por varios puntos que también estaba lloviendo. Si bien no era de forma intensa pero el solo acto de su presencia daba al traste con todo. Anduvo muy muy cerca como te digo. La ruta estaba a menos que nada de ser suspendida. En un instante incluso recibí algún mensaje de compañeros que, viendo las orejas al lobo, decidían dar un paso atrás y quedarse en casa. No los culpo, incluso yo estuve , como te digo, muy cerca de hacer lo mismo.
Recordé aquella máxima que dice : “ Quien diga que el Sol trae la felicidad es por que nunca ha bailado bajo la lluvia” (Anónimo), reuní todas mis fuerzas, todas mis ganas y salí a la Fuente de la Junquera con el único afán de pasar otro gran día de bicicleta esperando que , de alguna forma, aquello se arreglara.
Alguna fría gota caía sobre mis gafas o sobre mi cuerpo de forma esporádica, dejando en el lugar en el que se depositaba un pinchazo helado como de un alfiler. Acudí al punto de reunión. Allí fueron llegando los compañeros, uno tras otro. Javier E y su infinita sabiduría, Oscar al que hacía mucho que no veíamos mientras por otra parte acudían Miguel, Alfredo y José H, que habían quedado desde el Azud. Nos encontramos con nuestros compañeros los Team, grandes personas y gran grupo y quiero aprovechar desde aquí para agradecer a su lider (nuestro presidente Félix) tanto su track en el que inspiré el mio (al menos una parte) como sus indicaciones antes de salir que estuvieron más que acertadas. Tengo que decir que el tramo de sendas me pareció increíble, divertido y muy bonito. Y no sólo a mi, si no al resto de mis compañeros también.
La escasa lluvia cejó su empeño, el viento venía de lado y nos daba una tregua, hacía frío pero tampoco como el día más intenso y un cielo del color del casco de un buque militar cubría nuestras cabezas cuando empezamos a rodar. El camino sobradamente conocido y con la prudencia necesaria, abordábamos los pueblos uno tras otro, superando sus términos para dar paso al siguiente. Campo y más campo abierto a nuestra huida. Los almendros mostraban temerosos sus flores anunciando que la Primavera siempre vuelve, que la promesa de un mundo nuevo está ahí. El aire traía ligeros aromas a brotes tempranos a yemas verdes, infantiles , ansiando crecer y convertirse, ansiando madurar y cumplir su ciclo. Mientras, entre risas nosotros seguíamos pedaleando. En un momento dado nuestros amigos los Team nos adelantaron con la alegría propia de un cascabel. Una plétora de chavales jóvenes, hambrientos de más, pasaron al lado nuestro como auténticos misiles, sin despeinarse , sin producir un gesto, como el que está sentado en el sofá de su casa. Tal es la fuerza, la potencia que desarrollan.
Seguimos nuestra marcha, nuestro ritmo. Para todo aquel que está familiarizado con este grupo de una u otra forma, sabe que el nombre tiene un por qué. Que aquí se espera al que va más rezagado y que, aunque los deberes se hacen, el planteamiento primero es pasarlo bien. Sobrepasamos la avícola los morenicos y dejamos Botorrita a nuestra izquierda y , antes de darnos cuenta, el camino comenzó en un ligero ascenso, leve pero que le daba cierta chispa a la ruta.
Una cosa llevó a la otra. Nos vimos en camino desconocido, en terra incógnita que no habíamos pisado antes, a disposición de los consejos que Félix nos había dado. Un terreno hermoso, no exento de alguna dificultad , el cielo se cerró sobre nosotros, recortado por la espesa vegetación , ahora dormida, invernal, que nos rodeaba. Carteles bordeaban el camino, que si pozillo de la manzana, que si pozillo del ombligo, álamos monumentales. Un terreno cuidado y mimado y que nos obligó en un par de puntos a echar pie a tierra. Los rostros de mis amigos eran una odisea. Pude ver en sus miradas esa luz, esa que teníamos cuando niños, cuando nos regalaban algo o como cuando íbamos “de aventuras” a descubrir nuevos lugares. Bien es cierto que la ruta se prestaba a ello. Nuestro andar se veía alternado por sendas anchas, dignas de un paseo del brazo de tu amada , por otras más estrechas que incluso marcaban ciertas puertas al paso de dos árboles que crecieran muy juntos como accesos muy sencillos sobre el río Huerva . Alguno incluso cuatro veces llegó a pasar por el simple placer de mojar sus ruedas, de oír el chapoteo , de sonreír una vez más mientras levantaba los pies para no mojarse. Disfrutando.
Bailando bajo la lluvia.
Llegamos al parque de Muel, a su hermosa ermita , a su cascada, al antiguo molino, a la antigua presa romana. Disfrutamos del entorno, repusimos fuerzas y tomamos unas fotos como siempre hacemos. Pocas cosas son las que importan de verdad en esta vida. La mayoría de los hechos son vacuos. Actos que se acometen tanto por el “bienquedar” como en otras ocasiones por puro compromiso. Pero raramente hay momentos que son dignísimos de guardar, de conservar en la memoria, cargados de esfuerzo, de alegría , de emoción y hoy estaba siendo uno de esos.
Iniciamos el camino de vuelta, satisfechos, contentos por la compañía y por los caminos nuevos que acabábamos de descubrir. La lluvia volvió a castigarnos, cayendo de lado, totalmente cruzada y acompañada de un viento frío por nuestra izquierda hasta el punto de que alguno de nosotros refrenó su marcha para calzarse un chubasquero.
El regreso se producía rápido, nuestro ritmo era más que respetable. Las ganas de llegar al bar a tomar algo calentito y dejar de sufrir ese azote eran grandes. Si bien el aguacero no era intenso si que resultaba incómodo. Alcanzamos Cuarte, el CAR aparecía cerrado, desértico, como el cadaver de una vaca en las películas del Oeste. Marchamos hasta la plaza, cerca del ayuntamiento de la localidad, donde cayeron algunos cafés, algún refresco de cola y unas riquísimas papas bravas. Un ambiente magnífico, de ese que merece la pena aprovechar y sin mas emprendimos el regreso a casa, que todavía quedaba un buen trecho desde allí.
Gracias mil.
V.