Ruta 20/02/2021
La Cueva Encantada.
“Tienes que bailar como si nadie te estuviera viendo, amar como si nunca hubieras sido herido, cantar como si nadie te escuchara y vivir como si el cielo estuviera en la tierra.” Rumi.
… E intenta regresar siempre que puedas a ese momento , a ese lugar donde fuiste tan feliz.
La convocatoria volvió a ser multitudinaria, como en los mejores tiempos del Ritmo, y eso pese a estar todavía bajo el yugo de la pandemia. Un total de veinticuatro almas se arremolinaban en torno, pendientes de su hora de salida, pendientes de su grupo, pendientes de las distancias...
Demasiadas cosas que vigilar cuando las ganas por disfrutar otra jornada de Sábado pedaleando con amigos son tan grandes. La inmensa mayoría de ellos se mostraban ya como buenos profesionales, como si hubieran estado haciendo esto toda la vida. Se buscaban unos a otros para formar su grupo burbuja y se disponían en la línea de salida esperando su turno, su hora pactada. Mientras unos pocos, los menos , que si bien no se habían apuntado a la salida en esa lista que creamos semanalmente, andaban preguntando, consultando cuál era su lugar, cuál era su momento. No hay problema ninguno, bien es sabido que en este grupo de locos queridos todo el mundo es bien recibido. Así se conducen estos, mis amigos. Una vez distribuidos y bajo un cielo plomizo y pesado, marcado bajo una niebla alta, iniciamos la marcha. Nuestro destino esta vez la Cueva Encantada.
La falta de Sol como ese manto gris que nos cubría, sumado a lo temprano que todavía era, producían una mañana todavía fría. Aemet nos prometía que la cosa se iría arreglando hasta llegar a unos buenos diecisiete grados, pero de momento teníamos que aguantar con lo que se nos estaba dando, frío. Los espacios inter grupales habían sido ajustados semana tras semana con el fin de guardar las distancias (como es preceptivo) pero poder ver al grupo anterior. Todo lleva su proceso, su tiento, su ajuste fino. Yo arranqué en el último pelotón , vigilando las espaldas de Miguelón en lontananza. Marchábamos cinco (tirón de orejas) pero es por que este grupo se muestra como un coche escoba, algo así como para recoger rezagados o a aquel que pudiera quedarse tirado o descolgado. Como digo cinco, María Luz , Manolo , Chelis , Javier L y este su seguro servidor.
Los contratiempos no tardaron en aparecer. A escasos diez kilómetros de la salida, en la pasarela del Bicentenario, también conocido como puente verde, pude ver parado a José H. De lejos parecía que se hubiera detenido a hacer alguna foto pero, a medida que nos acercábamos, la percepción del asunto fue cambiando. Estaba allí parado con Miguel, un veterano de BTTZaragoza por lo que se ve, un septuagenario con ganas de pedalear y coraje para dar y vender. Paré a escasos metros y José me indicó que se quedaba rezagado, marchando más lento acompañando a Miguel. Me ofrecí a hacerlo yo, pero denegó mi oferta. De esta forma seguimos rodando. Javier L, al poco, me comunicó que se descolgaba, que se reunía con José también para rodar más lento. Me hizo saber que su estado de forma todavía no era el ideal y que tomaba consecuentemente esta decisión. La marcha no cejaba, acomodada por una amena charla entre amigos. Hacía tiempo que no veíamos a Chelis e incluso que no había oportunidad de rodar junto a María Luz... de la misma forma Manolo nos estuvo contando sobre sus aventuras y desventuras . Todo iba bien. En las inmediaciones de la presa de Pina dimos alcance al grupo de Miguelón, se detuvieron y todavía no se la razón. Al rebasarlos le preguntamos si todo iba bien , e incluso nos indicó que siguiéramos.
El cielo continuaba gris, sin dar tregua, sin dar calor. Los caminos se sucedían uno tras otro, desmontando un paisaje sólo para dar paso a otro nuevo . ¡Ay!, pensé yo, cuantas veces se suceden así las cosas en la vida, de forma inadvertida van pasando los paisajes, las gentes , las situaciones, pasa dar paso a otras nuevas que llegan a su vez y pasan , sin saber cómo ha sido, sin darnos cuenta. Que viejo me hacen sentir a veces y cuanto desasosiego producen en el corazón.
No tardamos en alcanzar al grupo de Luisete, habían pinchado. Les ofrecimos nuestra ayuda, pero la denegaron. No les hacíamos falta ninguna, así pues seguimos marcha. El viaje estaba siendo ameno, las charlas distendidas se sucedían , hablando sobre lo divino y lo humano, la pandemia, los grupos.. no se, mil cosas que pudieran aparecer en nuestra mente. Nos llegamos hasta donde empieza la subida al casino abandonado para girar bruscamente a la izquierda. Hoy no subiríamos allí, no era nuestro objetivo.
Escasos kilómetros más adelante hallamos el desvío. Allí Javier E nos indicó que no nos preocuáaramos por el y que siguiéramos nuestra marcha. Por lo que se ve no son de su gusto esas sendas ni esos sube y baja que encontraríamos enseguida. Arrancamos pues por unas sendas bonitas sabiendo que , un poco más adelante, su nivel de dificultad subía un poco. Se presentaba ante nosotros un camino estrecho, de apenas un palmo, bordeado por unas paredes verticales, imponentes, y por la clásica flora de secano. Un tramo ascendente y curvilíneo , una serpiente de tierra clara enmarcada entre un verde intenso de los matorrales. Nos hallamos bajando como tiros al grupo de Paco y al de Dani. Tras dejarles paso nos indicaron que ya quedaba poco para nuestra meta, apenas un par de curvas más adelante. Aquí es donde debe entrar ese asunto de la relatividad del espacio y del tiempo, por que puedo jurar por lo más sagrado que a mi la cuenta me salió mayor que “un par de curvas”. Alcanzamos el lugar señalado. Tuvimos incluso que caminar un trecho por una senda muy empinada hasta dar con la dichosa cueva, pero lo conseguimos. No hay nada escondido bajo el sol para aquel que se muestra con el tesón suficiente, con las ganas suficientes.
Iniciamos el regreso, felices y contentos y con ese sabor a triunfo en la boca que se tiene cuando se consigue un objetivo. Cuando se encuentra algo nuevo. Entre chácharas y risas, incluso llegamos a jugar al “tu la llevas”...
En lo que cuesta un parpadeo nos plantamos en Zaragoza, el camino se hace corto cuando te lo estás pasando bien, junto a un sol que, esta vez si, se había atrevido a salir y que producía que nos sobrara casi toda la ropa de abrigo. Asentamos nuestros cuerpos en el bar La Barca donde unas buenas cervezas nos estaban esperando, incluso alguno con ración de papas bravas. Nos relajamos e hicimos un pequeño boceto de lo que podrían ser los fines de semana venideros, de qué es lo que podríamos hacer y a dónde ir.... Antes de, como siempre , volver al amor de nuestros hogares donde siempre somos bien recibidos.
Voy cumpliendo años, lo hacemos todos. No es que haya encontrado ya el sentido a la vida , ni nada parecido. Pero esta madurez inadvertida lo que si que me está dando es una extraña capacidad. Ahora si que puedo ver , o al menos medio ver, que hay cosas que si que importan y otras que no. Que no se cómo acabarán nuestra vida, pero si que se cómo quiero llenarla. Que nunca se pierde el miedo , por mayor que te hagas, que hasta los valientes viven con miedo, lo que pasa es que se lo aguantan. Que la confianza se pierde , pero que a veces, sin querer, la vuelves a encontrar tirada en un rincón. Que no tengo que convencer a nadie de nada, pero que si, que estoy convencido que sólo tengo una oportunidad y que quiero ser feliz.
… Que todavía hay un niño viviendo dentro de mi.
Gracias por tu tiempo, querido lector.
V.
P.S. Enrique, desde aquí desearte mucha fuerza, los dos sabemos por qué.