[Sábado] Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Para organizarnos en nuestras salidas.
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Jose H » Dom Dic 13, 2020 5:01 pm

Ya perdonareis por el ruido, pero es que hacia mucho aire

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Jose H
 
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Jose H » Lun Dic 14, 2020 4:35 pm

Para ver el álbum de fotos, pinchar el siguiente enlace:

https://drive.google.com/drive/folders/ ... sp=sharing
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Jose H
 
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Valetix » Lun Dic 14, 2020 7:57 pm

Ruta 12/12/2020 Zuera/ Hermenegildos.

Donde se forjan los hombres.

Los mejores hombres se forjan como las espadas, al rojo vivo y golpe tras golpe.

Una taza de te caliente reposa a mi lado mientras el vapor que desprende dibuja caprichosas volutas ascendentes. Suben con ímpetu hasta un punto en el que comienzan a desaparecer, fundiéndose en el aire.

Así son las más de las veces, nuestros actos nacen fuertes , pero el tiempo acaba desvaneciéndolos de forma inexorable. En el día de la ruta , por contra, vi forjarse hombres, a fuego y a golpes, en especial uno y , en medida de lo posible, yo me encargaré de que su hazaña perviva, que lo haga la de todos mis compañeros, mis amigos.

Quedamos a una hora prudencial, tal vez incluso rayando el límite de lo razonable teniendo en cuenta la distancia que nos regalaba el track y no sólo eso sino la tachuela que dibujaba en su parte más alejada. De todas formas nos reunimos de manera despreocupada. Nunca nos han importado estas batallas, o bien este sentimiento nace de la imprudencia o bien de la valentía, pero allí que nos juntamos un buen montón de personas dispuestos a darlo todo una vez más. Catorce los que comenzamos , aunque lamento que no todos acabáramos.

Nuestro objetivo en esta ocasión era Zuera, este lugar y los campos que hay por aquellas zonas. El tiempo se mostraba relativamente amable para la época del año en la que nos encontramos. Si bien el cielo estaba ligeramente encapotado el viento todavía no daba demasiada guerra y lo más importante de todo, no llovía. Bien es cierto que , en previsión de lo que pudiera acontecer , la mejor medida era llevar el chubasquero a mano, pero como digo , de momento todo a favor. José, como viene siendo habitual y en un gesto de conciencia , nos partió en dos grupos así pues arrancamos.

El camino en su inicio se presenta como un falso llano. Subiendo de forma suave pero constante. Si bien no es mortal si que hiere sobremanera. Hay que pensar que cuando se llevan una veintena de kilómetros con la bici atrancada, aunque sea una subida del dos por ciento nada más, acaba causando huella incluso en el mas fuerte. El suelo nos devolvía un sonido sordo, amortiguado , debido a la gran humedad que había absorbido en jornadas anteriores. Algún charco nos obligaba a variar nuestra marcha aquí y allá, pero nada que no pudiéramos salvar con un poco de agilidad.

El trayecto discurría con total normalidad, incluso me atrevería a decir que el ritmo era elevado, de todas formas como los integrantes del segundo grupo son claramente más fuertes , acabaron alcanzándonos. Mantenían una distancia de seguridad detrás de nosotros, velando por nuestros pasos. José, nuestro líder, de cuando en cuando se acercaba para comprobar que todo estuviera bien e incluso para tomar algunas fotos, para después volver a ocupar su puesto en el pelotón.

En las cercanías de Zuera, estoy seguro que nos quedaba ya sólo un tiro de piedra, comenzó a llover. Era un agua menuda, etérea, impalpable. Fría como un demonio, como el abrazo de una suegra. Se dejaba sentir como alfileres en la piel. Me atrevería a decir que no fuera lluvia como tal, más bien pareciera agua nieve. Pero insisto, a estos locos queridos no hay nada que los pare, por tanto seguimos dando pedales, dueños de nuestro destino. Alcanzamos la citada localidad, donde aprovechamos para una pausa. Tomar un pequeño descanso, reponer algo de fuerzas y hacer alguna foto. Las charlas se iniciaron en pequeñas grupetas. Eran más bien una toma de novedades, aquello de “que tal vais” o “prepárate que todavía queda lo más divertido”.

Ese refrigerio duró lo que dura un suspiro en la boca de un enamorado. Retomamos nuestras monturas y continuamos por el camino preestablecido, como si siguiéramos nuestros propios pasos, como si el suelo estuviera marcado a fuego. Enseguida pude comprender que todo había cambiado, que la verdadera prueba comenzaba ahora, que había llegado el momento de darlo todo, que aquí era donde se forjaban los hombres, a fuego y golpes.

Oí que alguien decía que la subida era similar a la de la Vallobera larga. Yo creo que incluso más fácil, salvo un par de puntos en los que el suelo se pronuncia de una manera importante, el resto es llevadero, es una subida que no representa dificultad. Entonces te preguntarás qué es lo que hizo que en esta ocasión fuera algo tan duro como he citado al principio, como una auténtica forja. El viento. Fue cambiar nuestra orientación y chocar contra un muro. Una fuerza invisible, pero constante que , sumada a la inclinación de la subida, hacía parecer una ascensión imposible. Un esfuerzo supremo apto solo para los mas valientes. Todo aquel que me conoce sabe que el viento es mi Némesis, es aquello que me vence , física y psicologicamente. Los más fuertes tomaron enseguida distancia, subiendo aquella loma, yo no descarto que sufrieran, lo harían con toda seguridad, pero son tan sumamente aguerridos que consiguen hacerlo sin una queja, sin un gesto, sin un ay. Auténticos Titanes.

A mi lado quedaron José H, la abnegación hecha persona, Paco Ines, buen amigo y mejor persona. David C y su envidiable forma de ser y Dani, un tio sencillo si, pero sensato a más no poder. Y aquí es cuando, en la distancia , vi al hombre que hoy fue, el que se forjó, fuerza y tesón. Miguelón pedaleaba por delante de mi , incluso tomando cada vez más distancia. Su gran fortaleza mental ha conseguido que en los últimos tiempos pierda una notable cantidad de peso y no sólo eso si no que está entrenando un día si y otro también y esto se hace notar, recoge su premio. Que gran hombre, que gran corazón, ¿cómo podría describir quien es el? Pues con una sola palabra, el es Miguel. El gran Miguel. Por el camino, para acabar de redondear , nos volvió a caer ese agua menuda, helada que, acompañada del viento que se había levantado, cada vez más fuerte, cada vez más poderoso, nos estaba dando castigo a raudales, un castigo que creo firmemente que no nos merecíamos. Llegué incluso a jurar en lo más alto, desafiante, clamando al cielo por si había alguna cosa más en la que nos pudiera dar tormento. Pese a todo llegamos a coronar.

Tras el terrible esfuerzo muchos compañeros , entre los que me incluyo , llegaron a mostrar su cansancio. Tengo que decir que la ruta me pareció magnífica, digna de ser repetida, pero que claro, nadie es dueño de las inclemencias y “yo no mande mis naves a luchar contra los elementos”.

La vuelta fue un regalo a toda velocidad. El echo de la cuesta abajo , que antes había sido de subida, sumado a que el viento nos daba de espaldas, hizo que tomáramos velocidades dignas de ser consideradas. El paisaje cambiaba ante nuestros ojos rápidamente, sucediendo los campos y los pueblos de forma vertiginosa. En un tris nos plantamos en Zaragoza de nuevo, buscando un lugar donde poner nuestras posaderas y disfrutar de una rápida cerveza y la compañía de “los amigos de la bicicleta” . María Luz vino a visitarnos junto a su hija. Ella todavía está convaleciente de una caída que sufrió en la pasada salida. Desde aquí mis mejores deseos para tu pronta recuperación.

Hoy vi cómo se forjan los hombres. Vi a mis compañeros , hombro con hombro, luchando y sufriendo por un mismo objetivo, cada uno defendiendo su particular batalla, pero unidos en la misma guerra. Vi Titanes echando fuego por los ojos, con los dientes prietos y los músculos tensos por el esfuerzo, pero quiero , como habrás podido imaginar, hacer una mención al que , en el día de hoy , me pareció el más loable. Miguelón.

Tu esfuerzo y tu tesón están dándote el premio que te mereces, te he visto luchar como un héroe real, dándolo todo, mejorando cada día. Bravo, sólo diré una cosa... Aupa Miguelón.

Gracias.

V.
Valetix
 
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor daniel 2 » Lun Dic 14, 2020 8:26 pm

Gran crónica Vale. Gracias
No soy lento, me gusta admirar el paisaje. Carpe diem.
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Jose H » Lun Dic 14, 2020 8:47 pm

Fenomenal Valetix, una vez más muchas gracias ;) ;) ;)
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Enrique » Lun Dic 14, 2020 8:54 pm

Vamoossss,...ese Valeee !!!. Da gusto leerte un fin de semana tras otro!!!
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor AlfredoMS » Mar Dic 15, 2020 3:30 pm

No estuve en la ruta pero leyendo tu crónica, es como si hubiera estado, gracias por los comentarios tan precisos, como siempre una delicia.....
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Fernando » Jue Dic 17, 2020 1:38 am

QUIEN SABE

“Quien sabe si con las raíces y ramas trepadoras
su complicidad y armonía con la piedra del muro
alimentada con la savia y sabiduría del difunto
y regada con las bravas aguas, fluyen las curas.”

D´Onanffer Sanfort (1965)


Aún desprendían calor y permanecían humeantes las brasas de la hoguera donde fue ejecutado el hereje cuando el gentío, satisfecho con la proeza y con el espectáculo, empezó a diluirse entre las calles de la villa, momento que aprovechó el hidalgo para acceder al interior de la choza del ajusticiado a buscar no sabía muy bien el qué. De entre vasijas con hierbas y semillas, frascos con pócimas, brebajes y ungüentos, papiros, manuscritos y pliegos recaló entre sus manos un pergamino con lo que parecía ser un jeroglífico de letras y símbolos desconocidos para él por lo que acudió al Monasterio más próximo en busca de respuestas. Allí, además de ser lugar de oración, los monjes copiaban y traducían obras clásicas y así mismo transmitían la cultura y el conocimiento. Tras un laborioso estudio llegaron a la conclusión de que podría tratarse de un códice con el conjuro más anhelado por todos: la solución definitiva a la pandemia que asolaba al mundo conocido.
Raudo y diligente lo puso en conocimiento de la hueste, los cuales no dudaron ni un segundo en lanzarse, emulando a otros míticos héroes, a la aventura de resolver este misterio tal como les obligaba el juramento de proteger a los indefensos realizado ante el Código de Caballería.


Capítulo I : “Quien sabe si con las raíces y ramas trepadoras ...”

Organizaron la primera expedición en busca de una hiedra mística e iniciaron la partida hacia los montes de Botorrita. Con el gélido frío traspasando sus vestimentas cabalgaron en dos grupos diferenciados con veteranos y noveles en ambos e incluso con alguna celebrada reincorporación tras una larga ausencia.

Resulta imperdonable que a estas alturas no hayan tenido unas líneas en los relatos dos ilustres miembros: Lord Mannol Mamolar quien cuenta la leyenda que su fortaleza es tal que en cierta ocasión cayó con sus posaderas sobre una roca y fue ésta la que lloró de dolor y de la que vieron brotar lágrimas de amargura. Lo cierto es que su esplendidez no tiene igual pues después de estar hasta el amanecer en lonjas y mercados preparando el género para el gremio de los comerciantes, y cuando lo más cuerdo y sensato sería tornar al hogar a descansar, él no dudaba en enfundarse su túnica, armadura y yelmo para reencontrarse con sus compañeros de andanzas. Para superar los escasos momentos de debilidad o flaqueza que pudiera padecer no tenía más que ingerir una dosis de su pócima gelatinosa, entrar en trance y de esta guisa asemejarse a un berserker, el guerrero vikingo más temido.

Y qué decir de Sir Arthur King, respetado y deseado en todos los grupos por su destreza, fuerza, arrojo, intrepidez y especialmente por su solidaridad y compañerismo. Una parte de su singular historia queda todavía por esclarecer pues para unos en una vida anterior fue un herrero de gran valía y cotización y para otros un maestro constructor de navíos y fragatas en algún puerto mediterráneo. Sea como fuere es la única explicación que tiene el hecho de que siempre galopa con todo tipo de artilugios y herramientas en las alforjas de su arcaica y longeva montura por inverosímiles que éstas puedan parecer, como quedó bien patente en la ruta cuando aireó para asombro, desconcierto, bromas y carcajadas de todos una llave metálica de tales dimensiones que más bien parecía una contundente y poderosa arma de mano que el utensilio de un artesano.

No le resultó nada complicado al segundo grupo seguir los pasos del primero. Les bastaba con guiarse por los escupitajos, gargajos, flemas y algunos restos más sólidos del arroz con bogavante que el aguerrido caballero Danniel P´Acharan había engullido el día anterior y que discretamente iba liberando por el camino. Aunque de carácter peleón, tanto en las batallas como en las tertulias, prevaleció su gran sentido del humor siendo el primero en bromear sobre ello demostrando una vez más de que pasta está hecho el hombretón. Tan sólo hay que conocerlo un poco para darse cuenta que es de esos nobles que siempre te ofrecen desinteresadamente su hombro cuando más lo necesitas a sabiendas que probablemente acabe embadurnado de mucosidad, babas y alguna lagrimilla.

Tras pasar por Cuarte, María, Cadrete, Botorrita y ya adentrados en zona montañosa divisaron su destino: una majestuosa pared con oscuras y tenebrosas cuevas decorada con los tonos verdosos aceitunados de las hojas de la hiedra que embellecían la estampa. La tarea no resultó nada sencilla. Las monturas quedaron al final del sendero y la ascensión la tuvieron que realizar a pie. Una auténtica escalada que valió la pena por las vistas que el paisaje les ofrecía desde allí. Sin demora se hicieron con el esqueje que precisaban como parte del conjuro y colocado a buen recaudo en el zurrón que estrenaba el Líder reiniciaron la marcha de vuelta. Aún les restaba superar algún obstáculo más como la pedregosa subida de gran pendiente que se interpuso en su camino con cantos, guijarros y chinarros tan sueltos que les obligó poner pie a tierra y conquistar la cumbre desmontados ya que las herraduras de sus corceles patinaban como si de una pista de hielo se tratara. Sorprendidos quedaron más tarde al vislumbrar a un singular personaje armado con lanza que correteaba sin control ni rumbo fijo por la cima que tenían frente a ellos. Bien es cierto que educación no le faltaba pues cortésmente saludó a los jinetes al pasar por su lado siendo víctima de algún comentario jocoso y burlesco por lo insólita que resultaba la anécdota. No hubo tiempo para más, debían volver lo antes posible. La siguiente prueba ya les aguardaba.


Capítulo II : “su complicidad y armonía con la piedra del muro ...”

Complicado les resultó descifrar el siguiente enigma pero la paciencia era una virtud de los monjes y fruto de ella y de sus conocimientos dieron con la solución. Recibida la misiva por paloma mensajera y con la fatiga y las secuelas de la correría anterior todavía pesándoles en las posaderas y otras partes del cuerpo ensillaron de nuevo sus corceles y se lanzaron a afrontar el desafío. Digan lo que digan, a esta frescura matinal que les atormentaba no se acostumbra nadie. Porque frío hacía, frío de Diciembre, pero nada que ver con el frío de otros diciembres. Inusual. Incluso hasta el sol parecía tener intención de acompañarles, como sí lo hizo a ráfagas el molesto cierzo.

Del sexteto que cabalgaba esta vez con el hidalgo mencionar a otro veterano: Sir Javier Red Horse, un jinete de escasas palabras y envidiable forma física, de los que no hacen ruido pero que sabes que siempre están ahí. Veterano, veterano, que como él mismo confesó estaba ya muy cerca de la edad con la cifra sexual más popular, pues en breve alcanzaría las 69 primaveras.

Transitaron por las villas de Monzalbarba, Sobradiel, Torres de Berrellén y Alagón antes de arribar a su destino: Grisén. Y una vez allí al murallón. En realidad se trataba de un puente acueducto sobre el río Jalón que consistía en dos grandes murallas paralelas, de casi kilómetro y medio de longitud, realizadas en mampostería y unidas por un terraplén. En el centro se situaba el acueducto, realizado en sillería y compuesto por cuatro arcos y a lo largo de él dos amplios andadores por los que se podía caminar y a los que se accedía a través de la torrecilla llamada El Caracol.

Llegó la hora de cumplir la misión encomendada y después de danzar con la coreografía indicada para ahuyentar los malos augurios extrajeron de la muralla una piedra de mampostería que celosamente ocultaron en la alforja. Ya de camino de vuelta decidieron detenerse en la Ermita de la Virgen de la Ola, un santuario que según la tradición fue levantado sobre las ruinas de un antiguo monasterio donde fue encontrada la imagen de la Virgen María tras ser arrastrada por las fuertes olas del río Jalón. Orgullosos y risueños por el éxito del deber cumplido y con la reliquia bien custodiada retornaron a la villa que horas antes los había visto partir.


Capítulo III : “alimentada con la savia y sabiduría del difunto ...”

Esta vez tenían muy claro hacia donde debían dirigir sus pasos. Tan solo les restaba que llegara el momento más propicio pues era preciso que al menos unos días antes la lluvia les facilitara su labor. De nada servía iniciar la correría si el terreno se presentaba deshidratado, árido, seco y estéril. Todo llega y tras los pertinentes preparativos, con la ilusión, la confianza y el ánimo contagioso de la hueste pero también con el barro como compañero de ruta, bajo un cielo amenazante y el ambiente gélido y desapacible fueron alejándose buscando los caminos más favorables y cómodos de transitar.

En el grupo del hidalgo tuvieron la gran fortuna de contar con un magnífico explorador: O´Skar Ambulanç, el guía perfecto que por su asombrosa orientación y gran facilidad para la lectura de mapas y rutas ofrecía la confianza necesaria al resto. En el día a día y entre correría y correría realizaba una labor encomiable y más en estos nefastos tiempos de epidemia. Su dedicación era la de transportar en su carruaje a médicos, galenos y sus ayudantes hasta los más necesitados, o viceversa: a los enfermos, heridos y demás desamparados hasta los lugares habilitados para ser atendidos.

La cabalgada se desarrollaba a buen ritmo quizás por la necesidad de entrar en calor, quizás porque el terreno era apropiado para ello o quizás por ambas cosas pero la cuestión es que no tardaron en arribar a Zuera, esa villa emplazada en los márgenes del río Gállego donde se cree que pudo existir un asentamiento poblado por vascitanos previo a la época romana, sometida posteriormente al dominio musulmán y reconquistada por Alfonso I el Batallador. Al trote por las tierras lindantes pudieron comprobar como la agricultura era la base económica, especialmente los cultivos de maíz, alfalfa, trigo y algunos hortícolas. Los templos más reconocidos eran la Iglesia de San Pedro del siglo XII y la Ermita de la Virgen del Salz de cuyo origen se dice que pudo ser un castillo o asentamiento defensivo árabe. En las inmediaciones se encontraba el curioso Arco de la Mora, una obra inacabada de la época islámica.

Pero el destino de nuestros héroes no estaba en ninguna de estas obras arquitectónicas, sino más bien en un lugar lúgubre, siniestro y fúnebre: el cementerio. El propósito era el más macabro y tétrico de todos hasta ahora: hacer acopio de una cantidad considerable de tierra de la fosa donde descansaran los restos de algún noble o señor feudal.

Así lo hicieron temerosos, pero olvidando los escrúpulos y prejuicios, para sin pausa buscar la salida más rápida del lugar hacia los montes de Zuera, una zona de lomas y barrancos con pinares, estepas y sotos de ribera. Pero como si las almas de los muertos se hubieran despertado ultrajadas por la profanación de la tumba se formó tal vendaval en su contra que les resultaba casi imposible avanzar. Cada metro en contra del aire era una conquista. Daba la impresión que una fuerza sobrenatural les trataba de impedir que huyeran con la tierra santa. Pero ni los fantasmas ni el cierzo eran conscientes a quien se enfrentaban. Les costó lo suyo, dándolo todo, pero una vez más salieron victoriosos y sin más percances pronto divisaron las puertas de la villa.


Capítulo IV : “y regada con las bravas aguas ...”

Ya sólo faltaba un elemento para completar el conjuro de la sanación. Les pudo más la inquietud, el anhelo y la esperanza que la fatiga, el agotamiento y la debilidad por lo que les fue imposible aguardar a recuperar fuerzas y siete de los bravos jinetes partieron hacia el último desafío. Esta vez los lideraba la capitana Lady Marian Light alias The Rock quien ya desde la salida clavó las rodillas en el lomo de su potro fustigándo de tal forma que éste galopaba a un ritmo endiablado, difícil de seguir para los otros jinetes. Por suerte para ellos unos aldeanos montados en sus escuálidos jamelgos le cerraron el paso obligándola, muy a su pesar, a aminorar la marcha.

Con buen criterio por su parte tomaron inicialmente el camino del canal en dirección al Burgo de Ebro y a su paso por el cementerio sintieron una llamada desde la Ermita de San Jorge a la que tuvieron la obligación de atender. Ascendieron uno a uno, sin prisa, sin pausa, buscando la mejor trazada y animándose mutuamente hasta que lograron coronar. Allí una suave brisa les envolvía en un aura de paz, calma y armonía logrando que recuperaran el vigor al momento.

Con tranquilidad y sin ningún sobresalto llegaron al destino de esta jornada: la presa de Pina, un inmenso azud que retiene las aguas del Ebro para alimentar dos acequias de regadío. Impresionaba la furia y virulencia con la que discurría el agua y la rabia con la que golpeaba los bloques de hormigón ocultos esta vez por el gran caudal que se intentaba abrir paso a la fuerza. Aunque las vistas eran tremendamente espectaculares y hermosas no podían perder tiempo por lo que llenaron de esas bravas aguas las ánforas que habían traído para ello y partieron de regreso conscientes que habían cerrado el círculo de las reliquias del conjuro.

De esta forma ya podían unir todos los elementos: la hiedra de la cueva cubriendo la piedra de la muralla para ser abonada con tierra del cementerio y regada con agua embravecida.

El resto aún era un misterio con múltiples y diversas incógnitas que tanto los monjes del Monasterio como otros clérigos de abadías y conventos aledaños y colindantes trataban de esclarecer sin demora por el bien de todos. En sus manos estaba la salvación.

Así lo he contado y en breve quedará archivado junto al track, fotos, videos y crónica en el baúl de siempre a disposición de vuestras mercedes.

Pedalea, que tus excusas no te alcancen - BLOG

Y con la música de fondo del "Concerto armonici nº3" de Giovanni Battista Pergolesi me despido hasta la próxima.

Au i adeu. (Un fallero follonero)
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor Fernando » Jue Dic 17, 2020 1:40 am

QUIEN SABE

“Quien sabe si con las raíces y ramas trepadoras
su complicidad y armonía con la piedra del muro
alimentada con la savia y sabiduría del difunto
y regada con las bravas aguas, fluyen las curas.”

D´Onanffer Sanfort (1965)


Aún desprendían calor y permanecían humeantes las brasas de la hoguera donde fue ejecutado el hereje cuando el gentío, satisfecho con la proeza y con el espectáculo, empezó a diluirse entre las calles de la villa, momento que aprovechó el hidalgo para acceder al interior de la choza del ajusticiado a buscar no sabía muy bien el qué. De entre vasijas con hierbas y semillas, frascos con pócimas, brebajes y ungüentos, papiros, manuscritos y pliegos recaló entre sus manos un pergamino con lo que parecía ser un jeroglífico de letras y símbolos desconocidos para él por lo que acudió al Monasterio más próximo en busca de respuestas. Allí, además de ser lugar de oración, los monjes copiaban y traducían obras clásicas y así mismo transmitían la cultura y el conocimiento. Tras un laborioso estudio llegaron a la conclusión de que podría tratarse de un códice con el conjuro más anhelado por todos: la solución definitiva a la pandemia que asolaba al mundo conocido.
Raudo y diligente lo puso en conocimiento de la hueste, los cuales no dudaron ni un segundo en lanzarse, emulando a otros míticos héroes, a la aventura de resolver este misterio tal como les obligaba el juramento realizado de proteger a los indefensos ante el Código de Caballería .


Capítulo I : “Quien sabe si con las raíces y ramas trepadoras ...”

Organizaron la primera expedición en busca de una hiedra mística e iniciaron la partida hacia los montes de Botorrita. Con el gélido frío traspasando sus vestimentas cabalgaron en dos grupos diferenciados con veteranos y noveles en ambos e incluso con alguna celebrada reincorporación tras una larga ausencia.

Resulta imperdonable que a estas alturas no hayan tenido unas líneas en los relatos dos ilustres miembros: Lord Mannol Mamolar quien cuenta la leyenda que su fortaleza es tal que en cierta ocasión cayó con sus posaderas sobre una roca y fue ésta la que lloró de dolor y de la que vieron brotar lágrimas de amargura. Lo cierto es que su esplendidez no tiene igual pues después de estar hasta el amanecer en lonjas y mercados preparando el género para el gremio de los comerciantes, y cuando lo más cuerdo y sensato sería tornar al hogar a descansar, él no dudaba en enfundarse su túnica, armadura y yelmo para reencontrarse con sus compañeros de andanzas. Para superar los escasos momentos de debilidad o flaqueza que pudiera padecer no tenía más que ingerir una dosis de su pócima gelatinosa, entrar en trance y de esta guisa asemejarse a un berserker, el guerrero vikingo más temido.

Y qué decir de Sir Arthur King, respetado y deseado en todos los grupos por su destreza, fuerza, arrojo, intrepidez y especialmente por su solidaridad y compañerismo. Una parte de su historia resta por esclarecer pues para unos en una vida anterior fue un herrero de gran valía y cotización y para otros un maestro constructor de navíos y fragatas en algún puerto mediterráneo. Sea como fuere es la única explicación que tiene el hecho de que siempre galopa con todo tipo de artilugios y herramientas en las alforjas de su arcaica y longeva montura por inverosímiles que éstas puedan parecer, como quedó bien patente en la ruta cuando aireó para asombro, desconcierto, bromas y carcajadas de todos una llave metálica de tales dimensiones que más bien parecía una contundente y poderosa arma de mano que el utensilio de un artesano.

No le resultó nada complicado al segundo grupo seguir los pasos del primero. Les bastaba con guiarse por los escupitajos, gargajos, flemas y algunos restos más sólidos del arroz con bogavante que el aguerrido caballero Danniel P´Acharan había engullido el día anterior y que discretamente iba liberando por el camino. Aunque de carácter peleón, tanto en las batallas como en las tertulias, prevaleció su gran sentido del humor siendo el primero en bromear sobre ello demostrando una vez más de que pasta está hecho el hombretón. Tan sólo hay que conocerlo un poco para darse cuenta que es de esos nobles que siempre te ofrecen desinteresadamente su hombro cuando más lo necesitas a sabiendas que probablemente acabe embadurnado de mucosidad, babas y alguna lagrimilla.

Tras pasar por Cuarte, María, Cadrete, Botorrita y ya adentrados en zona montañosa divisaron su destino: una majestuosa pared con oscuras y tenebrosas cuevas decorada con los tonos verdosos aceitunados de las hojas de la hiedra que embellecían la estampa. La tarea no resultó nada sencilla. Las monturas quedaron al final del sendero y la ascensión la tuvieron que realizar a pie. Una auténtica escalada que valió la pena por las vistas que el paisaje les ofrecía desde allí. Sin demora se hicieron con el esqueje que precisaban como parte del conjuro y colocado a buen recaudo en el zurrón que estrenaba el Líder reiniciaron la marcha de vuelta. Aún les restaba superar algún obstáculo más como la pedregosa subida de gran pendiente que se interpuso en su camino con cantos, guijarros y chinarros tan sueltos que les obligó poner pie a tierra y conquistar la cumbre desmontados ya que las herraduras de sus corceles patinaban como si de una pista de hielo se tratara. Sorprendidos quedaron más tarde al vislumbrar a un singular personaje armado con lanza que correteaba sin control ni rumbo fijo por la cima que tenían frente a ellos. Bien es cierto que educación no le faltaba pues cortésmente saludó a los jinetes al pasar por su lado siendo víctima de algún comentario jocoso y burlesco por lo insólita que resultaba la anécdota. No hubo tiempo para más, debían volver lo antes posible. La siguiente prueba ya les aguardaba.


Capítulo II : “su complicidad y armonía con la piedra del muro ...”

Complicado les resultó descifrar el siguiente enigma pero la paciencia era una virtud de los monjes y fruto de ella y de sus conocimientos dieron con la solución. Recibida la misiva por paloma mensajera y con la fatiga y las secuelas de la correría anterior todavía pesándoles en las posaderas y otras partes del cuerpo ensillaron de nuevo sus corceles y se lanzaron a afrontar el desafío. Digan lo que digan, a esta frescura matinal que les atormentaba no se acostumbra nadie. Porque frío hacía, frío de Diciembre, pero nada que ver con el frío de otros diciembres. Inusual. Incluso hasta el sol parecía tener intención de acompañarles, como sí lo hizo a ráfagas el molesto cierzo.

Del sexteto que cabalgaba esta vez con el hidalgo mencionar a otro veterano: Sir Javier Red Horse, un jinete de escasas palabras y envidiable forma física, de los que no hacen ruido pero que sabes que siempre están ahí. Veterano, veterano, que como él mismo confesó estaba ya muy cerca de la edad con la cifra sexual más popular, pues en breve alcanzaría las 69 primaveras.

Transitaron por las villas de Monzalbarba, Sobradiel, Torres de Berrellén y Alagón antes de arribar a su destino: Grisén. Y una vez allí al murallón. En realidad se trataba de un puente acueducto sobre el río Jalón que consistía en dos grandes murallas paralelas, de casi kilómetro y medio de longitud, realizadas en mampostería y unidas por un terraplén. En el centro se situaba el acueducto, realizado en sillería y compuesto por cuatro arcos y a lo largo de él dos amplios andadores por los que se podía caminar y a los que se accedía a través de la torrecilla llamada El Caracol.

Llegó la hora de cumplir la misión encomendada y después de danzar con la coreografía indicada para ahuyentar los malos augurios extrajeron de la muralla una piedra de mampostería que celosamente ocultaron en la alforja. Ya de camino de vuelta decidieron detenerse en la Ermita de la Virgen de la Ola, un santuario que según la tradición fue levantado sobre las ruinas de un antiguo monasterio donde fue encontrada la imagen de la Virgen María tras ser arrastrada por las fuertes olas del río Jalón. Orgullosos y risueños por el éxito del deber cumplido y con la reliquia bien custodiada retornaron a la villa que horas antes los había visto partir.


Capítulo III : “alimentada con la savia y sabiduría del difunto ...”

Esta vez tenían muy claro hacia donde debían dirigir sus pasos. Tan solo les restaba que llegara el momento más propicio pues era preciso que al menos unos días antes la lluvia les facilitara su labor. De nada servía iniciar la correría si el terreno se presentaba deshidratado, árido, seco y estéril. Todo llega y tras los pertinentes preparativos, con la ilusión, la confianza y el ánimo contagioso de la hueste pero también con el barro como compañero de ruta, bajo un cielo amenazante y el ambiente gélido y desapacible fueron alejándose buscando los caminos más favorables y cómodos de transitar.

En el grupo del hidalgo tuvieron la gran fortuna de contar con un magnífico explorador: O´Skar Ambulanç, el guía perfecto que por su asombrosa orientación y gran facilidad para la lectura de mapas y rutas ofrecía la confianza necesaria al resto. En el día a día y entre correría y correría realizaba una labor encomiable y más en estos nefastos tiempos de epidemia. Su dedicación era la de transportar en su carruaje a médicos, galenos y sus ayudantes hasta los más necesitados, o viceversa: a los enfermos, heridos y demás desamparados hasta los lugares habilitados para ser atendidos.

La cabalgada se desarrollaba a buen ritmo quizás por la necesidad de entrar en calor, quizás porque el terreno era apropiado para ello o quizás por ambas cosas pero la cuestión es que no tardaron en arribar a Zuera, esa villa emplazada en los márgenes del río Gállego donde se cree que pudo existir un asentamiento poblado por vascitanos previo a la época romana, sometida posteriormente al dominio musulmán y reconquistada por Alfonso I el Batallador. Al trote por las tierras lindantes pudieron comprobar como la agricultura era la base económica, especialmente los cultivos de maíz, alfalfa, trigo y algunos hortícolas. Los templos más reconocidos eran la Iglesia de San Pedro del siglo XII y la Ermita de la Virgen del Salz de cuyo origen se dice que pudo ser un castillo o asentamiento defensivo árabe. En las inmediaciones se encontraba el curioso Arco de la Mora, una obra inacabada de la época islámica.

Pero el destino de nuestros héroes no estaba en ninguna de estas obras arquitectónicas, sino más bien en un lugar lúgubre, siniestro y fúnebre: el cementerio. El propósito era el más macabro y tétrico de todos hasta ahora: hacer acopio de una cantidad considerable de tierra de la fosa donde descansaran los restos de algún noble o señor feudal.

Así lo hicieron temerosos, pero olvidando los escrúpulos y prejuicios, para sin pausa buscar la salida más rápida del lugar hacia los montes de Zuera, una zona de lomas y barrancos con pinares, estepas y sotos de ribera. Pero como si las almas de los muertos se hubieran despertado ultrajadas por la profanación de la tumba se formó tal vendaval en su contra que les resultaba casi imposible avanzar. Cada metro en contra del aire era una conquista. Daba la impresión que una fuerza sobrenatural les trataba de impedir que huyeran con la tierra santa. Pero ni los fantasmas ni el cierzo eran conscientes a quien se enfrentaban. Les costó lo suyo, dándolo todo, pero una vez más salieron victoriosos y sin más percances pronto divisaron las puertas de la villa.


Capítulo IV : “y regada con las bravas aguas ...”

Ya sólo faltaba un elemento para completar el conjuro de la sanación. Les pudo más la inquietud, el anhelo y la esperanza que la fatiga, el agotamiento y la debilidad por lo que les fue imposible aguardar a recuperar fuerzas y siete de los bravos jinetes partieron hacia el último desafío. Esta vez los lideraba la capitana Lady Marian Light alias The Rock quien ya desde la salida clavó las rodillas en el lomo de su potro fustigándo de tal forma que éste galopaba a un ritmo endiablado, difícil de seguir para los otros jinetes. Por suerte para ellos unos aldeanos montados en sus escuálidos jamelgos le cerraron el paso obligándola, muy a su pesar, a aminorar la marcha.

Con buen criterio por su parte tomaron inicialmente el camino del canal en dirección al Burgo de Ebro y a su paso por el cementerio sintieron una llamada desde la Ermita de San Jorge a la que tuvieron la obligación de atender. Ascendieron uno a uno, sin prisa, sin pausa, buscando la mejor trazada y animándose mutuamente hasta que lograron coronar. Allí una suave brisa les envolvía en un aura de paz, calma y armonía logrando que recuperaran el vigor al momento.

Con tranquilidad y sin ningún sobresalto llegaron al destino de esta jornada: la presa de Pina, un inmenso azud que retiene las aguas del Ebro para alimentar dos acequias de regadío. Impresionaba la furia y virulencia con la que discurría el agua y la rabia con la que golpeaba los bloques de hormigón ocultos esta vez por el gran caudal que se intentaba abrir paso a la fuerza. Aunque las vistas eran tremendamente espectaculares y hermosas no podían perder tiempo por lo que llenaron de esas bravas aguas las ánforas que habían traído para ello y partieron de regreso conscientes que habían cerrado el círculo de las reliquias del conjuro.

De esta forma ya podían unir todos los elementos: la hiedra de la cueva cubriendo la piedra de la muralla para ser abonada con tierra del cementerio y regada con agua embravecida.

El resto aún era un misterio con múltiples y diversas incógnitas que tanto los monjes del Monasterio como otros clérigos de abadías y conventos aledaños y colindantes trataban de esclarecer sin demora por el bien de todos. En sus manos estaba la salvación.

Así lo he contado y en breve quedará archivado junto al track, fotos, videos y crónica en el baúl de siempre a disposición de vuestras mercedes:

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Y con la música de fondo del "Concerto armonici nº3" de Giovanni Battista Pergolesi me despido hasta la próxima.

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Última edición por Fernando el Jue Dic 17, 2020 10:00 am, editado 7 veces en total
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Fernando
 
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Re: Ruta 12-12-2020 (El ritmo lo marca el último)

Notapor daniel 2 » Jue Dic 17, 2020 7:56 am

Sir FerSanchís, simplemente....BRUTAL!!!!
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