Ruta 03/10/2020, Anti barro.
Un día gris.
“Hoy como ayer, mañana como hoy , !y siempre igual!. Un cielo gris, un horizonte eterno y andar... Andar”
Gustavo Adolfo Becquer.
Amaneció con un viento insoportable, con amenaza cierta de lluvia sobre nuestros hombros, con frío, mucho frío y pese a todo con ganas de pedalear, muchas ganas. Ese color plomizo lo inundaba todo, transformando lo demás, hasta donde alcanzaba la vista , dotando al entorno de un tono metálico, apagado.
Gris.
Fuimos acudiendo al punto de reunión como en un cuentagotas pero de forma constante. Al final, en la antigua y abandonada Piscina Sindical se arremolinaron un total de veintiuna personas . Cifra nada desdeñable teniendo en cuenta los tiempos que corren. Ilustres personajes en el lugar, tales como Arturo, grande entre los grandes y fuerte como un roble, Andrés, el niño que está dejando de serlo, Paco Ines, con su pierna izquierda todavía vendada, David de los finishers y mención especial a otro David, recuperado desde el confín del tiempo y del espacio. Alguien a quién teníamos ganas de ver y que por fin se halló entre nosotros, el conocido como “el mohicano”.
El viento continuaba soplando fuerte, formando torbellinos con las hojas y trayendo aroma a otoño, a recogimiento. Ese aire frio llegaba a nuestras fosas nasales y bajaba hasta nuestros pulmones, haciéndose notar, helando nuestros órganos así como nuestros cuerpos, pero no nuestros corazones, esos se calentaban con la mutua compañía. No hay frío que pueda vencerte cuando llevas el calor por dentro.
El reloj impuso su dictadura, bien es cierto que todavía faltaba Enrique, pero nadie sabía nada de el y la hora empezaba a apretar. Arrancamos pues conscientes de que nos tocaría luchar contra el aire durante un buen trecho. Encaminamos nuestra marcha por un breve tramo de carretera, sin apenas circulación que comienza allí mismo. El grupo se estiró enseguida, los más fuertes tomaron una clara ventaja mientras que los demás , entre bromas y chanzas, quedábamos ligeramente rezagados, pedaleando contra esa masa invisible que cargaba nuestros hombros. Enseguida el suelo cambió, pasando a ser esa carretera con aspecto de autovía a camino rural, que si bien es asfaltado es extraño el vehículo que se pueda ver en el.
El peso sobre nosotros era inmenso, los dientes prietos rechinaban por el esfuerzo, luchando como titanes contra ese monstruo que nos estaba dando castigo, los kilómetros se sucedían lentamente, ganando cada uno de ellos, aguantando mecha, bregando como un marinero en alta mar. Dos compañeros acudieron en búsqueda de Enrique. Nos alcanzaron en breve, esto elevó nuestro numero a una cifra rayana a lo increíble, veintidós.
Nos llegamos a la Balsa de Larralde, un lugar que pasa inadvertido debido a lo discreto de su emplazamiento, una breve visita para que los que no conocían el lugar pudieran hacerlo y, tras esa breve pausa , seguimos marcha. En este lugar marchó de vuelta nuestro bien ponderado Chelis, volvió sobre sus pasos, la obligación mandaba. Los demás , los que quedamos , continuamos machacando las bielas. El mercurio no daba tregua, la temperatura no acababa de subir, el cielo, encapotado sobremanera, amenazaba nuestra ruta. Las nubes lo cubrían todo en cúmulos metálicos, no dejando asomar ni un sólo rincón del cielo azul que supongo que estaba al otro lado. Mientras tanto todo seguía siendo gris.
Gris.
En Pinseque nuestra avanzadilla había parado un momento a esperarnos. Cierto que en interior de un bar, al amor de su lumbre , al amparo de sus paredes y con unos buenos cafés para completar la estampa. Aprovechamos e hicimos la parada de grupo, reponiendo fuerzas, tomado unos un plátano, otros una barrita y así cada uno lo que acostumbra a hacer. En el lugar había un parque infantil que extrañamente no estaba cerrado, nos valimos de la situación para hacernos la foto de grupo. Tras esa pausa retomamos aquello que habíamos venido a hacer.
Tuvimos un pequeño lío con el track, bueno, pecata minuta si tenemos en cuenta otros líos en los que nos hemos metido, personalmente creo que estábamos trazando el camino al revés. Es decir, empezando por el final para acabar en el inicio, de esa forma nos andábamos encontrando todas las calles del pueblo en dirección contraria y , siendo tantos como éramos, era algo que no se podía consentir. Tras ese breve momento de confusión se tomo una decisión, David el Mohicano , al ser habitante del lugar y presumir de que conocía la zona, nos guió al siguiente sitio, Torres de Berrellén. Los caminos seguían mostrándose inaguantables , teniendo en cuenta todo el esfuerzo que ya traíamos con nosotros y aquello no daba tregua, seguía pidiendo un extra de nuestras piernas, como si estuviéramos en una cuesta arriba constante. David nos condujo por un sinfín de caminos, ahora uno , ahora otro en una dirección distinta, tengo que admitir que llegué a pensar que , o bien nos habíamos perdido o este hombre llevaba idea de meternos en la autovía, pero no, al final cumplió su cometido , de forma magistral, llevando a todo el grupo sano y salvo hasta la plaza prometida.
La vuelta fue miel sobre hojuelas. Con ese terrible viento ya a nuestro favor, aprovechando su fuerza para evitar la nuestra. Volábamos, lo hacíamos como cometas, como veleros con todo a favor rompiendo el azur del mar. Las localidades se sucedían ante nuestra presencia como si se tratase de una película en cámara rápida, descansando nuestras piernas, bajando nuestras pulsaciones. Gocha nos abandonó en un tramo, volviendo también por su cuenta. El grupo rodaba ágil y sin dificultad y así volvimos a Zaragoza, a un bar donde debatimos de nuestros asuntos, disfrutamos una vez más de nuestra mutua compañía y nos solazamos con la sensación de tener los deberes hechos, de haber cumplido los objetivos otra vez y desde allí regresar al calor de nuestros hogares donde siempre nos esperan.
Debe ser este maldito color gris que tanto aborrezco, para mi, y muchos de mis compañeros saben por qué, es muy importante el color, la luz, pero este gris me puede y , en ocasiones como digo, me hace sentir viejo, como si fuera el ser más antiguo del mundo, como si pudiera ver todo en perspectiva y , a la vez, terriblemente solo, gris.
No se, pensar en lo divino y en lo humano. Desear , como dice Becquer un horizonte eterno y simplemente andar.... Andar. Pero eso si, en bici y a vuestro lado.
Gracias amigos, seguid así.
V.