RUTA 21/09/2019
LA RUTA MALDITA.
“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.” Blade Runner.
He visto cosas que vosotros no creeríais.
Nuestra preocupación había ido en aumento desde el principio de la semana. Tanto AEMET como los telediarios pronosticaban agua, y no poca. El problema no era que lloviera , el problema era que nos prometían veinte litros por metro en veinte minutos, una auténtica tromba. Como digo, la lluvia nunca nos ha dado miedo, ni el barro, ni el viento ni tan siquiera el frío o el calor , pero una de estas magnitudes nos mantenía alerta pensando que tal vez se suspendiera la ruta, haciendo que la llamada “la maldita” permaneciera así por unos meses más. Claro está no cayó una gota.
Arrancamos tras la multitudinaria quedada en el Azud del Ebro, a las ocho y media se encontraban allí veintidós ciclistas, tanto del Ritmo como de los China e incluso un buen número de invitados como Georgina de la que me alegro mucho de volver a ver, hacía muchos días ya. Iniciamos marcha de forma compacta, un solo cuerpo, un solo espíritu , un solo pensamiento, un solo corazón. Encaminamos hacia Montañana y de allí, tras alguna subida para ir abriendo boca, a Perdiguera.
El cielo encapotado, como una plancha de acero mientras pedaleábamos, los más fuertes delante, los menos detrás en un constante tira y afloja , como un acordeón. Allí , en cabeza, Robert, Sebas, Consuelo, Vicente, Javier, Chema... que grande este último, me pidió que lo nombrara en una de las crónicas, que no me olvidara, pues aquí lo tienes Chemita Dinamita, no me olvido de ti. Fuerza y tesón a partes iguales y una sonrisa constante en su cara, ese es Chema. Durante este trayecto fuimos adelantados por más de media docena de “buggys” y un par de todo terrenos, de una empresa que se dedica a algo así como el ocio de aventura o similar. En su mayoría franceses por lo que pude ver, nos echamos a un lado del camino y permitimos ser rebasados. Ay... , pensé yo, que insuperable es la estupidez humana, no hace tanto todos estos montes ardieron por la avería de uno de estos vehículos, pero claro, poderoso caballero es don dinero, ahí estaban otra vez. Yo se que el monte es de todos, que no es privativo de ciclistas o de senderistas, todos podemos convivir en este espacio sabiendo que es preciso cuidarlo, que hay que respetarlo, porque, si el monte es tuyo, mio también y a mi me gusta verde. Yo aún no he oído que la avería de una bici provoque un incendio en la montaña, pero bueno, es con lo que nos toca lidiar. En llegando a Perdiguera reunión, aprovechamos para reagrupar, decidir que ruta tomaríamos cada uno y... bueno, creo que esto merece una pequeña explicación. Pascual y José, en su infinita sabiduría , habían trabajado en dos tracks distintos, uno más leve, para aquel que no se atreviera con todas las subidas y todos los kilómetros, y otra más dura, con su recorrido íntegro, con visita a todas las Ermitas que la ruta nos ofrecía y sin perdernos ni una sola subida. Eso si, con un punto de encuentro en común para volver a reunirnos y regresar juntos. A pedir de boca vamos. Retomando el tema, nos hicimos la foto oficial, repusimos alguna fuerza y decidimos por dónde tiraba cada uno. En mi caso, como ya es sabido , ando justo de talento, así pues decidí hacerme la grande, darlo todo aún a sabiendas que a mis compañeros les tocaría esperarme en algún momento, que le voy a hacer , es mi condición, como la rana y el escorpión.
De esa forma y tras partir el grupo en dos, enfilamos hacia Nuestra Señora de Magallón, sabiendo que aún nos quedaba lo más duro, intuyendo el paisaje que nos íbamos a encontrar. Las rampas se estaban volviendo eternas , inmensas a más no poder, dejando ver a todas luces quién tenía más fuerza y quién no. Pude ver a mis compañeros con el sudor resbalando por sus frentes, apretando los dientes en ese gesto de esfuerzo supremo, dándolo todo, sin rendirse. Llegamos a las faldas de la mencionada Ermita. Todo cambió.
El paisaje se mostraba desolado, negro. Los árboles desnudos y del color del hollín con sus ramas apuntando al cielo, como huesudos dedos de un muerto. Todo el suelo polvoriento, herido, que digo herido, fallecido. Piedras negras, arbustos desechos, la nada mas absoluta, ni un sólo conejo o ave, ni un sólo animal y lo peor de todo , el olor. Un aroma ácido inundaba mis sentidos, hasta hacerse insoportable, olía a quemado, incluso después de tanto tiempo, incluso después de haber llovido, tenido viento, de todo, ese olor persistía, durante muchos kilómetros , para hacernos saber que el ser humano ha pasado por allí, ha dejado su huella, su firma, y que no hay animal más estúpido e incapaz en la faz de la tierra. Tal vez y sólo tal vez algún día nos demos cuenta cuan vinculados estamos al entorno, cómo formamos parte de el, habitantes de la misma tierra. Cómo todo ese verde es parte de nuestro cuerpo, de nuestra vida, cómo , quemando todo aquello, somos nosotros los que perdemos. Hoy, mientras escribo esto , todavía llevo ese maldito olor metido en mi nariz, todavía siento miedo.
Tras alcanzar Nuestra Señora de Magallón, con los ciclistas más avanzados animando a los que llegaban detrás, las vistas no pintaban mejor. Aquella negrura infame se extendía más allá de lo que cabría esperar. Una loma tras otra, negra y seca, que vergüenza siento a veces...
Llevamos a los que no habían estado allí a visitar el santuario, unas fotos y emprendimos regreso. A partir de aquí las bajadas fueron trepidantes. Si bien es cierto que hubo un pequeño lío, causado por el Mohi y por mi, ya que nos enamoramos de las bajadas y nos pasamos el desvío como cabría esperar, pero la suerte nos sonrió, salimos al mismo camino que tomaban nuestros compañeros de regreso, apareciendo sorpresivamente ante sus rostros. Seguimos en aquel sube y baja, hasta Leciñena y de ahí a Perdiguera de nuevo. La hora se nos echaba encima, una ruta tan exigente como esta, con ochenta kilómetros de distancia y con ochocientos de desnivel, hace que emplees un tiempo en ella, es el precio que hay que pagar, hacer que la ruta maldita pierda su maldición exigía un sacrificio humano y ahí estaba el nuestro. Se decidió volver a partir el grupo, Javier tiraría delante mientras un buen puñado de nosotros nos quedábamos atrás . Así se hizo , tras ver como algunos desaparecían en la distancia, el resto continuamos dando pedales. Tengo que decir que este tramo me resultó duro, acabé fundido, incluso después de tomar un gel mis piernas se negaban a responder adecuadamente. De igual forma, tengo que hacer una mención a mis compañeros a los que profeso un gran cariño y agradecimiento. Allí quedó José H, haciendo patente nuestro lema, aquí NADIE se queda solo, Vicente que, siendo poderoso como es, conoce cuál es su lugar y prefiere perder de su terreno antes que abandonar el ritmo. David, acompañándome, ayudándome más allá de lo razonable , Pacoines que muchas veces va de duro pero si me guardas un secreto te diré que por dentro es blandito, como de algodón, allí a mi lado , ayudando y dando consejos... a vosotros y a todos los demás que estuvisteis allí conmigo, gracias, no se puede decir de otra forma, gracias.
Los caminos se sucedían lentamente, de forma agónica, yo mandé a mis amigos que siguieran su rumbo, que apretaran pero , gracias al cielo, son una panda de cabezones, al menos tanto como yo. Alcanzamos pues la capital, junto al Azud de nuevo, alguno de nosotros quedó a tomar una merecida jarra, Vicente y yo marchamos, bien a gusto habría quedado, pero la hora mandaba y , con todo el dolor de nuestro corazón abandonamos el lugar hacia nuestros hogares.
He visto cosas que no creeríais. Personas poderosas en cuanto a lo de pedalear se refiere rendirse ante los más débiles , haciendo grupo, siendo uno. He visto Hombres y Mujeres hechos y derechos ofrecer lo mejor de si, sin lugar a dudas, sudando y luchando hombro con hombro a mi lado. He visto sus ojos, puros y cristalinos , diáfanos , con esperanza, con ganas y alegría por compartir otra mañana, por permanecer junto a sus amigos.
He visto cosas que no creeríais, El monte negro como el alma de algún mercader, he visto la vida irse en esos lares y tener el sueño de que algún día volverá. Es hora de morir...
Sólo para volver a nacer.
Gracias por tu tiempo.
V.