Muchos sabéis que no empezaba esta Quebrantahuesos con buen pie. Hace menos de veinte días, bajando Salinas, casi de noche, me patina la rueda delantera y me caigo. No iba deprisa, pero llevaba demasiado aire en las ruedas. Llego hasta Cadrete y me doy cuenta de que no puedo continuar. Es la primera vez que tengo que llamar a casa y mira que tengo la mala costumbre de bajarme raro de la bici. Mientras me curan y me cosen, asimilo que se me ha terminado la QH, aunque en el fondo…
Resignado, asumo mi situación y afronto las curas diarias casi con alegría. Mi cuerpo responde bien, y ocho días antes de la QH me hago la prueba de esfuerzo, aun sin haberme quitado los puntos. No estaba seguro de que mi rodilla pudiera flexar lo suficiente como para dar pedales, pero sí.
Domingo anterior a la QH, vuelvo a coger la bici. Acompañado un rato de Santi me voy hasta Longares y vuelvo. Toda una garantía de que voy a poder terminar .
Última semana, trabajo, curas y tormentas me impiden coger la bici. Esto va de mal en peor, me voy a presentar en Sabiñánigo con 80 km., llanos, en los últimos veinte días.
Ya en Sabiñánigo. El tiempo es malo y pese a los últimos pronósticos de mejoría, la organización ha avisado de que en los puertos está la cosa mal y que hay que salir muy equipados. Cambio de ropa en el coche a última hora. Salgo con culotte corto, calcetines de lana de invierno, térmica de manga corta, maillot de invierno y encima el maillot de verano de BttZaragoza. Esto último era importante para mí, quería hacer un reconocimiento a todos los que os habéis preocupado estos último días y un pequeño homenaje a quién ya no está con nosotros.
Nos juntamos Mª José, Santi, David, Matías, Fernando, Cheli y yo. Hay más compañeros pero no los vemos. El verme acompañado me da ánimos, cada uno tenemos un objetivo, por lo que sabemos que una vez fuera del pueblo es probable que no nos volvamos a ver hasta meta.
Los primeros minutos son duros, la rodilla y la cadera duelen al empezar a rodar, pero poco a poco se hace soportable. Tengo miedo al momento en el que tenga que meter carga a la pierna. Ruedo bien y las primeras rampas no me causan problemas. Llegando a Rioseta comienza a llover y empiezo a ver a los primeros, de muchos, que se dan la vuelta. Paro un momento en el primer avituallamiento para rellenar líquido, pese a que he bebido poco. Me cuesta volver a montar en la bici y hacer los primeros giros a los pedales. La situación se va a repetir cada vez que paro, los primeros minutos los paso mal, hasta que la rodilla vuelve a coger temperatura (como si fuera una pieza de coche).
Bajo el Somport con mucho cuidado, casi con miedo. Los fantasmas de la caída se han venido conmigo y no aprovecho ni los discos ni el llevar más goma que las bicis de carretera. Pero estoy convencido de que no merece la pena, que no es el día para hacer el tonto. Además hace un frío que pela. Los dedos se entumecen y el cuerpo tirita. En la entrada del túnel me encuentro el dispositivo especial que había montado la organización y calculo que más de cien ciclistas parados. Continúo hasta Escot con cuidado en la bajada y aprovechando los grupos que puedo.
Escot, comienza el Marie Blanque. Parada y me quito el chubasquero que me había puesto arriba en Somport, es mejor mojarse por fuera que por dentro. Subo con tranquilidad, sabiendo que hay que apretar los dientes y guardar para Portalet. Este año, a diferencia del 2014, con un calor agobiante, no sube casi nadie andando. Foto arriba, es la única que hago en todo el día y a por el avituallamiento. Que alegría, tienen caldo calentito. Recupero unos minutos y continúo. Maldita rodilla, cuanto me cuesta empezar a rodar.
Bajo el Marie Blanque con pies de plomo. No me arriesgo lo más mínimo. El terreno está como para tener un susto en cualquier momento. Llego a Bielle y espero que me adelante algún grupito que me lleve hasta Laruns. El grupo va creciendo y me sitúo en el medio. Y de repente se produce la fatalidad, me voy al suelo, en recto y en llano. Estoy seguro que no toco al de delante, así que supongo que alguien me ha dado por detrás. La velocidad era alta y el golpe duro. Otro ciclista se cae conmigo. Nos levantamos los dos y él se va. A mí me cuesta mucho conseguir montar en la bici, me duele mucho la rodilla, la cadera y sé que se me ha vuelto a abrir el codo, pero también sé que si no monto enseguida se ha acabado la carrera para mí. Me jode que no haya parado nadie a ayudar, cualquiera de nosotros hubiera parado.
Unos minutos después y en la primera rampa del Portalet paro a quitarme el chubasquero. Aprovecho y miro, la rodilla no sangra, el culo tiene un buen raspón y se ha hinchado. El codo no lo miro, francamente no me atrevo. Encaro el puerto con mucho desánimo, estoy seguro que no lo voy a poder conseguir, pero ya pararé un poco más adelante, un poco más, un poco más. Qué lejos está Artousse, no recordaba tantas curvas de herradura. El dolor se hace soportable y sigo. Paro en el avituallamiento y me recupero a base de caldo y sándwich de jamón y queso. Joder, que difícil es volver a subir a la bici.
Al rato veo el Hotel de Pourtale, y pienso que lo voy a conseguir. Hay poca gente animando, con el frío y el viento que hace no son espectadores, son ángeles. No paro a ponerme el chubasquero, ya me lo pondré en el avituallamiento que está cerquita. Qué error, está muy lejos y llego pajarito. Que gran labor hacen los voluntarios en esta prueba, siempre atentos y amables, pese al frío, el viento y los desaires de algunos.
Bajo hasta el Pueyo de Jaca comienza la subida a Hoz. Nueva parada para quitarme el chubasquero, no recuerdo cuantas van ya. Tengo las manos tan entumecidas que no atino a guardarlo en su funda y pierdo mucho tiempo. La subida no me causa especiales problemas y la bajada la hago a paso de burra, no quiero volver a cagarla.
La bajada a Sabiñánigo es rápida, el viento me da de culo, lo que dificulta que pueda engancharme a algún grupo. Mi desarrollo me impide seguir a las bicis de carretera que sobrepasan los 60 km/h. Lo consigo pasado Biescas y ya no suelto hasta Cartirana. Me encuentro con José Luis y Antonio que vienen de frente. Supongo que estarían también Francisco y Rubén, pero no los ví.
Meta. La alegría no es muy grande, pero la satisfacción de haber superado los obstáculos, sí.
Dejo la bici y me voy a la Cruz Roja. Me curan y me voy a comer. Leo el Whatsapp y me doy cuenta de que ya no queda nadie en Sabiñánigo. Me hubiera gustado que lo celebráramos todos juntos con unas cervezas, pero no ha podido ser.
Quiero animar a todos los que lo habéis intentado este año y por el motivo que sea no lo habéis conseguido. Unos ya la habéis hecho otras veces y los que no, estáis preparados para hacerla. Y quiero dar la enhorabuena a todos la que la habéis terminado, aunque no hayáis conseguido los objetivos marcados. Ayer no era el día.
Y quiero agradecer, especialmente, a esa persona que me aguanta todos los días, me cuida, me comprende y me dice lo que no quiero oír, pero sé que es verdad. Te quiero, María José.